domingo, 25 de noviembre de 2012

Jauja y los mitos coloniales


Armando Bravo Sáenz

Jauja republicana

Es interesante  ver cómo se reproducen y revitalizan, en la sociedad jaujina, los numerosos mitos que vienen desde la colonia.  Activos agentes sociales intervienen para mantenerlos vigentes e, incluso,  inventarlos o reinventarlos. La aparición del  novísimo culto a la “primera mestiza” y la ley de la “Primera Capital”,  revelan no solo la vigencia de prejuicios atávicos,  sino también ignorancia de la Historia.
¿Por qué es importante examinar esta estructura de mitos? Porque han construido, a través de los tiempos, el imaginario social, y éste, como  parte del subconsciente colectivo, puede construir o destruir la historia de un pueblo. Estos mitos han moldeado, laboriosa y pacientemente, los antivalores, las jerarquías, y han establecido los espacios físicos y culturales vigentes hoy.
El imaginario social puede ser motor o pesado lastre, puede impulsarnos al futuro o atarnos al pasado. Es un componente de la identidad de un  pueblo, tal vez su esencia. Por ello, el mestizaje no es un problema racial, sino, fundamentalmente, cultural. Lo prueban el papel determinante que han desempeñado los mitos españolizantes en la construcción de nuestro imaginario.
 Examinemos algunos mitos. «La primera capital»: esta vetusta y gastada etiqueta, ahora convertida en ley, es históricamente falsa y no nos otorga “identidad” como algunos ingenuos pregonan. Los pueblos no adquieren su identidad a través de leyes. Las dos primeras fundaciones de Jauja se hicieron a orillas del río Mantaro, en un lugar apartado de la “llacta” inca de Hatun Xauxa; de aquella no quedan ni vestigios. La Jauja actual fue fundada en octubre de 1565.
«Jauja, ciudad hidalga y valerosa»: la corona española no otorgó ese título a Jauja, son una invención junto a su “escudo”, que es la copia exacta de la heráldica de la ciudad española de Lucena.
«La primera mestiza»: posible siempre y cuando los españoles se hubieran mantenido abstemios desde su llegada a Tumbes en 1532, además ya los incas los habían madrugado —¿éstos no procrearon “mestizos”?—. Esta “primera mestiza” vivió y pensó como española, y se fue a vivir  —y morir— a España.
«Jauja ciudad colonial»: la arquitectura colonial fue notable en los centros donde prosperaron las haciendas y las minas, la arquitectura monumental de Jauja es mayoritariamente republicana.
«País de Jauja»: ocurrencia de cierto alcalde que intentaba revivir la patraña medieval europea, “nueva” inscripción que nos puso en ridículo. En fin, hay pues cierta obsesión por pegar rótulos y etiquetas a Jauja.
 El imaginario social fabricado por estos mitos ha producido, a través de nuestra historia, la ruptura social entre la ciudad (“española”) y los distritos. Reconstruir la unidad social implica la destrucción de esa mitología aberrante y desintegradora. No se puede construir un país, una nación o un pueblo, sobre la base de mitos. Ni puede construir su futuro un pueblo fracturado socialmente.
La identidad colectiva no es estática, la identidad de un pueblo se construye —o reconstruye— integrándola en la ejecución de su  Proyecto Estratégico de Desarrollo Territorial (Provincial), es decir, debemos asumir la Historia como creación.

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