El
lobo albino
Sara Bravo
El señor Fuentes heredó el último cuadro que había
pintado su amigo, cuyo cuerpo se había encontrado mutilado y mordido en su
casa. Se trataba de un hermoso paisaje frío. En él, las ramas de los árboles
eran movidas suavemente por el viento. Había un cielo celeste con rayos
brillantes de luz que hacía buena compañía a todo al panorama albino. Las
líneas de los bajos montes blancos eran apenas nítidas. Entre ellas, y muy
cerca al pino más alto, se encontraban unos ojos de mirada intensa y unas
orejas se camuflaban con el color de los gruesos tallos. Un día, sintió que lo
estaban observando. Recorrió su casa para cerciorarse si había alguien
escondido. Hasta que llegó al cuadro y se detuvo para admirar el paisaje. Unos
minutos después, cuando comenzó a caer una intensa nevada, el lobo excavaba
para esconder su presa.
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