José Oregón Morales
Ocho autores rasgan el bosque de
nieblas de la selva y nos llevan por un mundo mágico y realista, tierno y brutal, donde conviven
dioses y humanos, habitantes de lagunas encantadas y ríos preñados de la
bendición del agua y la maldición del oro.
Hablamos de “El oconal”, una antología
de cuentos de la selva, con los que el lector podrá escuchar en las noches los
cantos estremecedores de las sirenas de Yompor Cac —dios pez—, y de día comprobar
cómo los monos “coshiri” devienen en hombres ardorosos, amando sobre las aletas
de “lupuna” a sus hembras rendidas de pasión.
En “Pachacámac y la Pacha Mama”,
Antonio Brack trasmite la justificada
preocupación del desastre ecológico que los hombres hemos generado,
arrastrándonos a una crisis impredecible de agua, alimentos y energía. Recurre
a la fábula, al diálogo didáctico de los animales. Pachacamac se convierte en
parihuana y vuela por las tres regiones haciéndonos entender que la
contaminación de los ríos, lagunas y humedales, con los desagües, los relaves y
las toneladas de basura que arrojamos, están matando las especies animales.
Este autor rescata como ejemplos
valiosos de protección, las lagunas de “Salinas” y “Parinacochas” con sus miles
de vicuñas, alpacas y parihuanas; y la de Mejía en Arequipa, que conservó un
espacio para la especie de los totoreros. También la de “Pomacochas” en Huaraz,
donde habita el picaflor más bello y más raro del mundo, el Picaflor Admirable.
Finalmente, los “Oconales de Villa Rica”, donde niños y adultos forestan los
bosques para obtener el mejor café del mundo, sembrar agua y proteger la vida
de las garzas.
En “Gringo mataperro”, Ortega Lago combina
dos relatos orales: el del “gringo” fóbico, y el de Ayot`s, gran transformador
que castiga a los perros dejándoles sólo el don de guiar a las almas en el otro
mundo; ayuda que no recibe el “gringo” por haber matado perros cuando estuvo en
vida. Mientras que en “El naufragio”, una madre heroína aventura a toda su
familia a afincar la región Yanachaga - Chemillén.
En “Lupe” se descubre la grandeza y la
miseria de los hombres y las cosas. Sobre todo de Lupe, una adolescente bella,
huérfana que desde los siete años vende tamales para sobrevivir en la sociedad
que la desampara. Ella será presa fácil de la lascivia humana.
“Café de cucarachas”, pondera la
sabiduría de la medicina popular, finalizando, como en los cuentos folclóricos,
con el matrimonio feliz del hombre pobre y la colona rica.
“Cashpairo cuy” de Hugo Tello, es un relato
anecdótico de la picadura de un “cashpairo” a un joven trabajador que, salvado
por una mujer, descubre que los sufrimientos son indecibles, pero no matan.
En “El reino de Co`chepen”
(Rolando Mandujano), el hilo conductor
de esta narración es la amistad entre dos jóvenes: Fritz, colono alemán, y
Oresem, nativo. El primero es ganado por la hermosura de la selva y por el amor
de Yoshi, indígena con quien se casa a la usanza yanesha. Mandujano ha logrado
crear una narración que junta la modernidad y la fabulosa tradición oral
nativa. Así hace de Oresem el ser que al ingresar temerariamente a la laguna
desaparece en ella, para retornar convertido en Garaco, ave que guiará a la pareja
hasta la tierra soñada.
“El mono coshiri”, de Helmer Tutus, sigue la misma
línea: un argumento de creación personal en la que un mono de circo huye para
reintegrarse a su hábitat. Este relato ha sido enriquecido con episodios de la
oralidad: “La pantera negra” es la encargada de contar la historia de Narowe,
creador de la vida, quien envió cuatro tribus a poblar los cuatro puntos
cardinales de la tierra, así nacieron las naciones “tzipiba”, “amawak”, jíbara
y la de los “uros” en el Lago Titicaca. Este es un cuento “siringuero” del rito
de la seducción del coshiri a su hembra indiferente, la que finalmente lo
espera recostada sobre la rama de un árbol, para cumplir, al igual que los
humanos, sus fantasías eróticas.
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