Jhony
Carhuallanqui
El silogismo es una forma de expresión
lógica que parte de premisas para obtener una conclusión. Es decir, es una
proposición cuya lógica que se articula entre el humor y el sarcasmo, que nos
divierte, sorprende o mortifica, pero que siempre nos invita a la reflexión.
El creador de esta forma particular de
plasmar ideas fue Luis Felipe Angell o simplemente “Sofocleto”, quién siempre afirmaba que la ignorancia
consiste en saberlo todo, pero de otra manera.
Sofocleto cuestionaba por qué «el capitalista vive explotando, y sale ileso»,
además aseveraba rotundamente: «Cuando
un vicio social es inextirpable, se llama tradición», y «Arpía es una suegra
que toca el arpa». Sus Sinlogismos han dado paso a otra forma de
interpretar (o reinterpretar) las cosas, y que al leerlas terminamos con un
asentimiento cómplice. Por ejemplo:
«El hombre regresa cuando ya no es el mismo que se fue». «Sí, ya lo sé.
Todos los demás maridos son perfectos». «El monólogo
consiste en tratar de explicarle algo a una mujer», o «Meditar es pensar qué
medias ponerse».
Este osado personaje señalaba con
esmero que «Lo malo de la inteligencia es
que no se contagia a nadie», y que «El
peligro de los analfabetos está en que comiencen a escribir».
Luchó contra el autoritarismo desde
muy joven: a los 12 años publicó en su colegio religioso el manuscrito “abajo los curas”, lo que le valió su
expulsión. Digamos, fue un promiscuo mártir por la tolerancia. También fue
encarcelado y expatriado en el gobierno militar de Velasco Alvarado,
experiencia que en lugar de amilanarlo, lo estimuló para escribir su célebre “Manual del perfecto deportado”, escrito
en el que apunta: «Yo no necesito la
libertad de expresión porque en mi país cada quién sabe lo que pienso de él».
Sus “Peditoriales” en “Don Sofo”
—en el que era redactor, corrector, digitador, diagramador y demás— fueron del
gusto popular, y los apodos allí vertidos, patrimonio de la época: Luis Bedoya
era “El tucán”; Fernando Belaúnde, “El architecto”; y el impávido Víctor Raúl
Haya de la Torre, “Papaya”.
Diplomático distinguido y humorista
consagrado, dejó el pasatiempo para volverlo pasión. Su ingeniosa pluma se expuso desde los mayores diarios de
Lima hasta “Selecciones” del “Reader´s Digest”. Era políglota por su labor
diplomática pero para “romper el hielo” nada mejor que su “Diccionario loco”, que era mejor que la valeriana para los nervios:
Adefesio:
Idea brillante que tuvo otro antes que nosotros.
Alameda: Grosera
interjección china usada para mandar a la gente a un lugar sucio e innombrable.
Antílope: Enemigo de Lope de Vega.
Barbarie: Época en la que los hombres se
mataban de uno en uno.
Budín: Hijo menor de buda.
Camarón: Aparato enorme que saca fotos.
Capuchino: Aplicase
al chino que ha sufrido castración.
Lengua: Instrumento cortante que usan las
mujeres para convertir en tajadas al prójimo.
Mosquetón: Mosco afeminado.
Santurrón: Patrono de los pasteleros.
Solterona: Mercadería que no se entregó a
tiempo.
Su libro “Los Cojudos” terminó siendo una catarsis social donde pormenoriza
la escala de “vivansky” y “lobinsky” para
medir los grados de “acojudamiento”, y hace una rigurosa clasificación de los “cojudos” para terminar con la “cojudez como institución”. Toda una teoría.
“Clavó el pico” —cómo él diría— en
2004. Además, sobre esto afirmaba: «Lo
bueno de la muerte es que jamás se repite». Seguramente él hubiera escrito
en su epitafio su ya célebre Sinlogismo: «Dios
hizo a los cojudos para que los demás peruanos no se murieran de hambre».
Descansa en Paz,admirado Sofocleto. Un beso hasta el cielo.
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ResponderEliminarLa cultura se demuestra con este tipo de aportes . !Gracias! Sofocleto.