La pintura gótica de El Bosco
Josué Sánchez
Cerrón
Jardín de las delicias (parte central) – El Bosco. |
El Gótico describe el estilo
arquitectónico que se practicó en el norte de Europa desde el s. XII hasta el
s. XVI, y que sirvió para definir el llamado arte Gótico. A diferencia de sus
precedentes románicos, esta arquitectura permitió la invasión de ventanas y
vidrieras en las paredes de los edificios y templos en su búsqueda de elevación
espiritual. Debido a ello, el interés de los artistas de esos siglos se
desplazó de la pintura mural, anteriormente predominante, a los vitrales y a la
creación de retablos con esculturas y pinturas en miniatura sobre tablas, que
podían adecuarse a los nuevos muros poco espaciosos de las construcciones
góticas.
La temática de la pintura gótica fue
preferentemente religiosa, creando espacios simbólicos de comunicación entre la
realidad natural y el mundo sobrenatural. Uno de los mayores representantes del
arte Gótico, en su expresión sacralizada y simbólica, fue el pintor holandés
del s. XV, Jheronymus Bosh, a quien, en España, se le denominó y conoció como
El Bosco, nombre que ha quedado para la posterioridad.
El Bosco fue uno de los más
extraordinarios pintores de todos los tiempos. Su manejo técnico fue único y
sumamente depurado: realizó suaves empastes al óleo en combinaciones cromáticas
fluidas, claras y brillantes, muy atrevidas, que dan una inusitada expresividad a sus figuras.
Pero lo que verdaderamente distinguió a
El Bosco fue su temática, centrada en una clara preocupación por el pecado,
concebido como la gran locura humana que arrastra al hombre al Infierno.
Compleja y fantástica, de una riquísima iconografía, su pintura tiene elementos
oníricos que le confieren un halo demoníaco muy medioeval, nutrido de miedos,
magia y de un singular bestiario de las más increíbles criaturas surgidas de
imaginación alguna.
En el “Jardín de las delicias”, su más
célebre pintura, un tríptico que abierto mide apenas 2.20 x 3.89 m, cientos de
figuras muestran a una humanidad desnuda que se abandona a los placeres
carnales, rodeada de plantas y animales
que se engullen entre sí. Es un cuadro de una fantasía desbordante, casi
indescriptible, donde la lujuria supone el abandono de la gracia, el tránsito
del Paraíso al Infierno.
El Museo del Prado alberga hoy buena
parte de las pinturas de Bosch. Además del “Jardín de las delicias”, ahí puede
verse, también, el famoso “Tríptico del heno”, un cuadro que representa a
frailes y monjas participando de un aquelarre, una dura crítica al clero de la
época y a la condición humana. En 2016, se conmemorará 500 años de la muerte de
El Bosco; su obra, fascinante y crítica, merece ser conocida.
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