lunes, 18 de marzo de 2013

COLUMNA: DESDE EL ATELIER


La pintura gótica de El Bosco

Josué Sánchez Cerrón

Jardín de las delicias (parte central) – El Bosco.
El Gótico describe el estilo arquitectónico que se practicó en el norte de Europa desde el s. XII hasta el s. XVI, y que sirvió para definir el llamado arte Gótico. A diferencia de sus precedentes románicos, esta arquitectura permitió la invasión de ventanas y vidrieras en las paredes de los edificios y templos en su búsqueda de elevación espiritual. Debido a ello, el interés de los artistas de esos siglos se desplazó de la pintura mural, anteriormente predominante, a los vitrales y a la creación de retablos con esculturas y pinturas en miniatura sobre tablas, que podían adecuarse a los nuevos muros poco espaciosos de las construcciones góticas.
La temática de la pintura gótica fue preferentemente religiosa, creando espacios simbólicos de comunicación entre la realidad natural y el mundo sobrenatural. Uno de los mayores representantes del arte Gótico, en su expresión sacralizada y simbólica, fue el pintor holandés del s. XV, Jheronymus Bosh, a quien, en España, se le denominó y conoció como El Bosco, nombre que ha quedado para la posterioridad.
El Bosco fue uno de los más extraordinarios pintores de todos los tiempos. Su manejo técnico fue único y sumamente depurado: realizó suaves empastes al óleo en combinaciones cromáticas fluidas, claras y brillantes, muy atrevidas, que dan  una inusitada expresividad a sus figuras.
Pero lo que verdaderamente distinguió a El Bosco fue su temática, centrada en una clara preocupación por el pecado, concebido como la gran locura humana que arrastra al hombre al Infierno. Compleja y fantástica, de una riquísima iconografía, su pintura tiene elementos oníricos que le confieren un halo demoníaco muy medioeval, nutrido de miedos, magia y de un singular bestiario de las más increíbles criaturas surgidas de imaginación alguna.
En el “Jardín de las delicias”, su más célebre pintura, un tríptico que abierto mide apenas 2.20 x 3.89 m, cientos de figuras muestran a una humanidad desnuda que se abandona a los placeres carnales,  rodeada de plantas y animales que se engullen entre sí. Es un cuadro de una fantasía desbordante, casi indescriptible, donde la lujuria supone el abandono de la gracia, el tránsito del Paraíso al Infierno.
El Museo del Prado alberga hoy buena parte de las pinturas de Bosch. Además del “Jardín de las delicias”, ahí puede verse, también, el famoso “Tríptico del heno”, un cuadro que representa a frailes y monjas participando de un aquelarre, una dura crítica al clero de la época y a la condición humana. En 2016, se conmemorará 500 años de la muerte de El Bosco; su obra, fascinante y crítica, merece ser conocida.

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