Jhony Carhuallanqui
La Ley Universitaria —Nro. 23733 para
quienes están interesados— necesita ser renovada con urgencia para facilitar a
nuestras 137 universidades, 51 públicas, alcanzar los estándares
internacionales que le permitan estructurar, fomentar y conducir el desarrollo
nacional, esto, claro está, dentro de sus objetivos globales: formación
profesional, investigación científica y proyección social.
Los cambios generarán conflictos
debido al raudal de intereses que se juegan, pero son válidos en cuanto
aseguren la mejora del sistema universitario y, sobre todo, es necesario que se
hagan en un marco que garantice la autonomía plena de los campus como claustros
académicos. Esta es la principal preocupación de la Asamblea Nacional de
Rectores (ANR) y la Federación de Estudiantes del Perú (FEP), a quienes incluso
se ha tildado de opositores a la modificación.
Sin embargo, esta autonomía no puede
ser el pretexto para que un grupo de mezquinos encubran el favoritismo, la
incapacidad y la mediocridad, que terminan por envilecer a la institución y que
se constituyen en cofradías de turno, las cuales recurren a la provocación o
venganza contra sus detractores. Según la ley vigente, la autonomía es
inherente a las universidades y su violación amerita sanción.
Esta nueva norma debe ser promotora,
mas también fiscalizadora (no intervencionista), y creadora de mecanismos que
evalúen progresivamente los beneficios y logros de su implementación,
enfrentando y resolviendo problemas “domésticos” respecto a catedráticos y
alumnos:
¿Qué calidad se espera con profesores
que dictan cátedras ajenas a su especialidad, que no cumplen el horario
establecido y que se mofan del “tiempo completo y la dedicación exclusiva?.
Docentes que consideran como nota parcial el decorar un nacimiento o participar
de un desfile, que se duermen en las evaluaciones o auspician viajes de investigación
que, a la larga, terminan siendo excursiones recreativas —que en sí no son
negativas por la unidad estudiantil, sin embargo, no ameritan programación
silábica ni calificación alguna—.
¿Qué calidad se espera con alumnos
evaluados en procesos de admisión ajenos a los perfiles profesionales?
Estudiantes confundidos vocacionalmente e inmaduros emocionalmente,
irrespetuosos, irresponsables e indignados con el sistema, con su universidad y
su vida, que lo único que les interesa es «terminar la U». Temerosos de exponer
ideas por las “notas” y disconformes con la falta de equipos, medios y
materiales, que se disculpa siempre responsabilizando a la falta de
presupuesto.
Nada de esto es nuevo, lo hemos vivido
de alguna manera. ¿Una Nueva Ley Universitaria solucionará el problema?, pues
estoy convencido que si no genera soluciones, seguirá siendo más de lo mismo,
pues el dilema es estructural, no sólo normativo.
Hay diversas propuestas que Daniel
Mora, Presidente de la Comisión de Educación, tiene que sistematizar, pero las
que me parecen ineludibles son: 1) se debe propiciar el pago de impuestos
“especiales” a las universidades privadas para invertir en investigación, pues
hoy éstas son consideradas personas jurídicas “sin fines de lucro”; 2) los
nombramientos del personal docente deben estar sujetos a una evaluación que los
ratifique, promueva o destituya cada cierto tiempo; 3) todo ascenso debe ser
por concurso de méritos y no por tiempo de servicios; 4) las universidades
deben tener unidades productivas que les permitan fortalecer la práctica; y,
por último, los representantes estudiantiles deben ser estudiantes del tercio
superior, y no sindicalistas conflictivos en etapa germinal.
Vamos a dar nuestras sugerencias a esta ley que el
Congreso propondrá y debatirá en breve. Aceptemos el reto de contribuir a una
norma en verdad eficiente para los 782970 estudiantes de pregrado, 59085
catedráticos, los más de 500 mil postulantes y todos los que queremos una
verdadera educación de calidad.
Parece que el Sr. Jhony Carhuallanqui, vive en otra realidad y está totalmente desactualizado. Primero, la FEP presentó su propuesta de Ley Universitaria el pasado 13 de febrero la cual presenta principales propuestas que permita un mecanismo distinto de ingreso a las universidades; defiende la gratuidad de la enseñanza (algo que no existe en este momento); plantea la creación de un fondo para la investigación; voto universal paritario para la elección de autoridades; entre otras, y no se opone a la reforma universitaria, es más la promueve. Segundo, si bien es cierto que una ley no cambiará la actual crisis univeersitaria, pero al menos es una figura que permite evitar la corrupción y establecer políticas claras respecto a su función. Tercero, el presidente de la Comisión de Educación, Juventud y Deporte del Congreso de la República, viene promocionando la idea del "que pueda pagar la universidad que la pague", algo que dejaría las puertas abiertas a la pérdida de la gratuidad de la enseñanza, lo cual también está estipulado en las propuestas del fujimorismo (Gagó) y de Alianza por el Gran Cambio (Iberico). En fin, puro subjetivismo del presente artículo. Se nota las intenciones claras de desprestigiar a la FEP, actitud conocida por muchos, que lo único que busca hacer es dividir al movimiento estudiantil.
ResponderEliminarVIVA LA FEP!!!
Todas las propuestas de generar ingresos son buenas senor "Viva la FEP", lo malo es el recurso humano y la forma como manejar las universidades en la actualidad. Los contratos de los nuevos docentes son por cuestiones políticas de las autoridades de turno, dejando de lado la lo académico e investigación, sin tener en cuenta los para la cual está creada la universidad.
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