El silencio de Cashamarca
Sandro Bossio
Tuve entre mis manos el borrador de
una investigación que, a primera vista, me pareció de una importancia
sustancial para el estudio arqueológico de la antigua región central del país:
Cashamarca.
Su autor, el arqueólogo Manuel
Calderón Lazo, uno de los investigadores más lúcidos y competentes del ramo, me
contó que ese libro era el producto de una larga investigación realizada en el
distrito de La Unión, en Tarma. Su trabajo había consistido en excavaciones
arqueológicas en el asentamiento Cashamarca, respaldado por un equipo
multidisciplinario conformado por arqueólogos, antropólogos y biólogos, con
cuyo concurso fue posible reconstruir el proceso histórico del Antiguo Perú en
nuestro ámbito. Manolo —como cariñosamente llamamos a este calificado
profesional— me comentó que el libro iba a ser publicado con el auspicio de la
empresa Cemento Andino.
Le perdí la pista a la publicación,
hasta que, no hace mucho, me encontré con el autor y le pregunté por la obra:
finalmente, había sido publicada hasta en dos ediciones diferentes (una en tapa
corriente y otra en cartoné), y distribuida a las principales instituciones
culturales y políticas del país. Sin embargo, éstas guardaron absoluto
silencio.
Me hice de un ejemplar y, después de
leerlo, reconfirmé mi primera impresión: se trataba de un libro apasionante, en
el que no solo encontramos el fruto de un trabajo arduo y juicioso en la franja
de los antiguos tarama-chinchaycochas, sino sobre todo un estudio técnico que
profundiza la relación de éstos con los huancas y las culturas zonales. Abría,
en todo caso, un nuevo panorama sobre el planteamiento al que estábamos
acostumbrados: es incuestionable la presencia huanca en la zona tarama; en ese
lugar concurre también influencia del norte (yarush); esta etnia manejó
mecanismos de reciprocidad asimétrica con grupos vecinos.
Luis Elías Lumbreras, en el prólogo,
nos da más luces: «Encontramos una explicación histórica bastante bien
documentada del papel social y político que jugaron los pueblos de esta región
en una época caótica y de anarquía, de recomposición de la fortaleza de las
identidades locales. En los estudios arqueológicos de Cashamarca, que Manolo
Calderón y sus colaboradores presentan, podemos perfilar un acercamiento bastante
preciso a esa realidad histórica, nos acerca a la explicación social del
carácter de una organización urbana compleja, a través del modelo político de
jefaturas locales y su impacto en las sociedades pastoras y agrícolas de su
tiempo».
Se me ocurre pensar que, teniendo un
libro tan esclarecedor como este, las instancias culturales lo vieron como un
documento peligroso capaz de cambiar una falsedad consuetudinaria, de modo que
prefirieron no revelar el texto, invisibilizarlo, para no tener que enfrentar
engorrosos esclarecimientos. O, peor aún, que a nuestras instancias culturales
no les interesa para nada el estudio arqueológico serio y, por ello, ni
siquiera lo han leído.
Como fuere, es momento de valorar este sustancial estudio
que merece una razonable atención y una más justa difusión.
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