Isabel Córdova Rosas
La
literatura oral ha servido de base para el nacimiento de las literaturas
nacionales en todos los países y continentes. En américa, ha sido la oralidad
tradicional el elemento fundador del arte de la palabra. Está tan arraigada que,
hasta nuestros días, los más notables escritores, desde México a la Patagonia,
continúan haciendo uso de ella como referente, notablemente sincretizada con la
mejor tradición del buen uso de la lengua española.
De
esta sorprendente amalgama surge la obra literaria de autores que en muchos
casos han recibido el Premio Nobel o distinciones como los premios Cervantes o
Príncipe de Asturias. Nombres como Miguel Ángel Asturias, Pablo Neruda, César
Vallejo, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Juan
Rulfo, Arturo Uslar Pietri, Augusto Roa Bastos y Octavio Paz. Es decir, las más
importantes plumas de latinoamérica tienen en sus obras esa maravillosa mezcla
literaria de lo español y americano.
El
novelista guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1889-1974), Premio Nobel en 1967,
durante su exilio en Londres tradujo al español el “Popol Vuh” que le valió
para redescubrir la literatura oral del mundo Maya y lo plasma en su primer
libro “Leyendas de Guatemala” (1930). Poco después escribiría “El señor
Presidente”, “Hombres de maíz”, etc., con innegable raigambre oral que le
permitieron convertirse en el segundo escritor hispanoamericano en conseguir el
galardón de la Academia Sueca.
El
gran poeta chileno Pablo Neruda (1904-1973), Premio Nobel 1971, hace algo
similar en su obra “Canto general”, voluminoso libro que recrea en verso la
historia del continente americano, desde la creación del mundo hasta nuestros
días. Las descripciones de la flora y la fauna. Los nacimientos y desarrollos
de las culturas. Así como el canto épico más bello que se ha escrito a los
restos arqueológicos de Machu Picchu. Neruda volvió a lo largo de su obra
poética a sus raíces americanas.
Sin
duda, el autor peruano de “España aparta de mí este cáliz”, César Vallejo
(1892-1938) es uno de los más grandes poetas de América y otra prueba evidente
del gran sincretismo cultural. Su lenguaje coloquial, con esquemas y recursos
andinos escritos con una profunda sensibilidad, otorga a su poesía valores
universales inextinguibles.
El
escritor colombiano Gabriel García Márquez (1928), Premio Nobel 1982, es uno de
los novelistas más importantes de Hispanoamérica. Recrea el mundo caribeño a
través de una mezcla de oralidad, historia relatada a nivel popular y realismo
mágico. La aparente realidad de Macondo y sus generaciones de caudillos y de
amores prohibidos albergan imágenes y símbolos, que representan la amalgama del
indígena americano, del africano y los
de origen europeo. “Cien años de soledad”, “El amor en los tiempos de cólera” y
sus otras novelas son el triunfo de la conciliación entre lo humano, cultural y
lingüístico.
Juan
Rulfo, escritor mexicano (1918-1985), rescata la esencia de la “mexicanidad” en
el lenguaje, a través situaciones y temas. Hay un gran armonización de la
religión católica con el ancestral culto a la muerte de los aztecas, del
caudillismo occidental y de la rebelión indígena. La magia, la superstición, el
sentido hierofánico que Rulfo otorga a sus relatos y en su única novela “Pedro
Páramo”, constituyen una muestra brillante de la oralidad.
Mario Vargas Llosa, excelente escritor peruano
(1936), Premio Nobel 2010, en “El hablador” consigue poner ante sus lectores el
permanente fenómeno de la oralidad y el sincretismo peruano. Recrea
literariamente la mitología de los machiguengas, fruto de la gran imaginería
popular y sobre todo oral. En “La casa verde”, “Conversación en La Catedral” y
en “El sueño del celta”, introduce también elementos orales.
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