Miguel Ángel
Villalobos Caballero
Otra muestra de la violencia humana: 27 muertos, la mayoría niños, en la masacre de Connecticut (EE. UU.), una de las peores en la historia. |
Una de las cosas más fascinantes en el
mundo del conocimiento y de la reflexión filosófica es saber y encontrar una
respuesta certera sobre lo que es la especie humana, a la que más bien se le
podría llamar “especie inhumana”, si nos fijamos en los acontecimientos
mundiales actuales, donde se ve inseguridad ciudadana provocada por tanta
violencia verbal y física de humanos contra humanos, que siendo así, los hechos
han convertido a la “vida”, en vida de violencia e inseguridad, como algo que
ya no solo preocupa a una región, sino al mundo entero.
Así resaltan hechos tan horribles y
detestables como aquellos que ocurren en Estados Unidos o en otras partes del
orbe, como nuestro país, donde demuestran que hay que volver a indagar y
reflexionar sobre esa vieja pregunta: ¿qué es el hombre?, o más modernamente: ¿qué
es una persona?
Pregunta nada fácil de responder si se
tiene que en el mundo obran y pululan tantos puntos de vista e ideologías,
tantas cosmovisiones y religiones que afirman de lo que es o puede ser un
hombre o la especie humana, así, por cuestión de raza o nacionalidad podrían
haber diferencias importantes que los hagan diferentes; sin embargo, en el
fondo, cualquier humano, en relación a otros, no es más que otro humano: todos
vivimos, todos morimos.
En todas partes encontraremos humanos
ricos o pobres, inteligentes o absurdos, pasionales o fríos, benditos o
malditos, y, curiosamente, todos ellos en un mundo como el de hoy no son más
que seres con prejuicios que los limitan a entender a cabalidad el mundo, sí,
ese prejuicio de siglos pasados que continua en el siglo veintiuno y continuará
con ignorancia, superstición, miedo e intolerancia y, por qué no, también con
envidia y codicia, que creará diferencias para desnaturalizar y excluir conforme
a sus intereses de grupo, creando más criterios subjetivos para diferenciar antes que para igualar.
Es que hoy, el hombre o la persona nunca
hallará la tan ansiada igualdad, ésta es lo mismo que el mito, es algo que no
existe ni existirá en este tiempo u otro, salvo se trate de la igualdad como
derecho, así la ley positiva siempre dará derechos individuales (vida, nombre,
opinión) así como derechos sociales (educación, trabajo, seguridad social),
pero no la igualdad que sueñan lo tocados: igualdad de ojos, tez o espíritu.
Es por eso que el hombre, como vida y
como especie, siempre será “sui generis” frente a otras realidades no humanas:
una mezcla de virtudes y fracasos, por no decir de vicios, que lo hacen
terrible o benignamente humano, siempre indescifrable, metido en un tiempo, en
un espacio, en una circunstancia, en una condición que lo lleva a una aventura
para ahora y para siempre.
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