lunes, 13 de mayo de 2013

Mi mamá “también” me mima


Jhony Carhuallanqui


“Mamá” es la primera forma expresiva recurrente en infantes de diferentes y alejados lugares del mundo, esto debido a su fácil pronunciación, pues se logra al repetir una sílaba de formación labial que no amerita mayor esfuerzo de articulación, es por eso que se constituye (con ligeras variaciones) en el primer vocablo de la persona; sin embargo, prefiero aquella explicación tierna que la describe como “la prueba” irrefutable del vínculo indisoluble entre madre e hijo: dos seres que comparten un latir nueve meses y un respiro toda la vida.
Madre proviene del latín “mater” (matriz) o “mamma” (mama o pecho), pero alumbrar y amamantar un hijo es una dimensión muy pobre de lo que en verdad significa ser madre, pues ésta aborda el compromiso de cuidar, asistir y proteger siempre a sus niños. Incluso, en algunas ocasiones para fortalecer este vínculo, luego del parto, la madre abraza al recién nacido (sin asear, ni cortar el cordón umbilical), en una escena única de lazo sanguíneo-espiritual que, en los últimos años, se ha ido popularizando.
Si bien, las celebraciones para la madre se remontan a Isis (Egipto), Rhea (Grecia) o Cybele (Roma), la festividad como la conocemos ahora, se inició en EE.UU., dónde Julia Ward Howe iniciaría las movilizaciones a favor de un día de reconocimiento que, años después, Anna Jarvis consolidaría e institucionalizaría en una fecha, el día de la muerte de su propia madre: el segundo domingo de mayo.
El reconocimiento fue progresivo, a tal punto que su proclama oficial por Woodrow Wilson (expresidente Estadounidense) se dio en 1914 y de ahí la réplica mundial era inevitable. En Perú, Augusto B. Leguía —a solicitud y presión de un grupo de sanmarquinos—, lo aprobaría en mayo de 1924.
Jarvis también popularizó el portar este día claveles blancos si la madre había fallecido, o rojos si estaba viva, una práctica que en nuestro país se ha ido extinguiendo. Años después, ella misma protestaría (incluso fue arrestada) por el sentido mercantil que le habían dado a su logro. Nunca se casó, ni tuvo hijos, pero su aporte es mundial, aunque hay días diferentes de celebración. Por ejemplo, en Rusia es el 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer), en España es el primer domingo de mayo, en México es el 10 de mayo, en Argentina el tercer domingo de octubre y en Panamá el 8 de diciembre (Inmaculada Concepción), por mencionar solo algunos casos.
Mamá es el impulso de nuestras aspiraciones, es la que aprende a respetar nuestro extraño orden y nuestra discutible profesión o pareja. Es la que con una mirada te dice «lo sabía», «te lo dije» o «explícate».
Quien no ha llorado en sus brazos no conoce la paradoja de sentirse tan vulnerable y, a la vez, tan protegido. Aún ahora le agradezco el corregir la doble raya del pantalón que plancho y ser el despertador más efectivo para ir al trabajo. Además, estoy convencido de que todavía no se ha inventado un alcoholímetro tan preciso como ella.
Aprendí a escribir y leer con «mi mamá me mima» y el primer poema que le recité en la escuela —disfrazado de nube—, decía: «Del cielo cayó una rosa, mi mamita la cogió, se la puso en el cabello y que linda le quedó», aún le gusta y a través de ella quiero saludar la tenacidad de las madres solteras, de aquellas que están hospitalizadas o en los asilos, y desearles que una sonrisa corone este día.

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