viernes, 30 de julio de 2010

"Solo 4": Edición de aniversario

(Edición de aniversario Nº 322 del 17 de julio de 2010)

El capitán y “Solo 4”

Escribe: Héctor Meza Parra
El profesor César Fabián ha convertido sus clases de Comunicación en un basural de papeles. Sus alumnos no le dicen profesor, le dicen capitán Fabián. Ellos saben que los días lunes a primera hora el aula será un carnaval, por eso aman los lunes. Habrá música y libertad. Saben ya lo que deben cargar: tijeras, reglas, gomas, resaltadores, diccionarios y cartulinas. Listos para enfrentar el combate. El capitán, al entrar al salón los ve enhiestos y sin respirar, prestos a recibir órdenes. Ellos están ahí, tranquilos pero con los pies hechos un resorte. Los periódicos están sobre las carpetas; ellos ensalivan mirando las tijeras y las presas tendidas. Esperan una frase, la frase de su capi: “Operación Plan Lector”, dos… ¡treees!.. Empiecen. Los soldados saben lo que tienen que hacer, por eso se avientan y descuartizan sin piedad todo cuanto pueden del suplemento. Los que no han traído, quitan y los que sí, revenden; los otros preguntan y repreguntan ¿profe puedo sacar una fotocopia? No soy profe, soy capitán, anda nomás hijo, saca mil si quieres. Al volver, se quitan el naipe de hojas, otros se desquitan con el puño. El salón es una feria de papeles volando sobre el cielo de carrizo. Uno de ellos se acerca al capitán y le pregunta si ha seleccionado bien ese artículo de Nicolás Matayoshi, el capitán dice que sí. Otro dice, ¡está bueno! Los otros siguen cortando y pegando pedazo a pedazo los sinlogismos. Al rato pasan a los poemas. A la media hora llegan a esa médula oprobiosa que es “Perfume de mujer”. Cómo se deleitan esos zánganos con aquellas frases eróticas: pelvis, caderas, senos… Terminada esa parte, el grupo se dispone a enfrentarse a lo más villano: la columna del impío Sandro Bossio Suárez. Allí empieza el festín. Los alumnos leen, analizan, aprueban y desaprueban esos breves ensayos. Otros se resisten a leer. Entonces le sale el genio al capi y formándolos nuevamente les recuerda sobre la exterminación judía. Ellos hacen un silencio pavoroso y solamente lo maldicen de reojo. El capi en el fondo los quiere y no les dice nada: Bueno, muchachos, ahora saquen el diccionario porque vamos a analizar al salvaje de Sandro, ¿profesor vamos a subrayar las palabras que no entendemos como el otro día? Y el capi, no solamente a subrayar sino a devorar y luego a crear un texto con esas siete palabras. “Siete plagas será”, contesta alguien. Pero por ahora al capi no le interesa. Está sordo.
Luego de dos horas de comilona papeluchera, la jornada termina. Esos artículos del suplemento ya están pegados en el fólder de trabajo. Se ha disfrutado del carnaval y la ciudad ha quedado devastada. El capitán también está agotado pero ama su basural.
Toca el timbre, es cambio de hora, “ohhh”, se escucha un rumor en las carpetas. Ingresa el profesor de matemática con la cara torcida, saca el registro y manda al patíbulo a cuatro soldados. Luego llama al auxiliar. A la media hora vuelve con un encargo para el capitán:
—La señora directora quiere conversar con usted. Dice que lleve la copia de su contrato.
El capitán sabe que no debe bajar la cabeza. Y también sabe lo que le espera.

Chorrillos, 14 de julio de 2010

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