domingo, 17 de junio de 2012
PERFUME DE MUJER
El nombre de la rosa
Umberto Eco
Y mientras yo no sabía si esca¬par de ella o acercármele aún más, mientras mi cabeza latía como si las trompetas de Josué estuviesen a punto de derribar los muros de Jericó, y al mismo tiempo la deseaba y tenía miedo de tocarla, ella sonrió de gozo, lanzó un débil gemido de cabra enternecida, y solté los lazos que cerraban su vestido a la altura del pecho, y le quité el vestido del cuerpo como una túnica, y quedó ante mí como debió de haber estado Eva ante Adán en el jardín del Edén.
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