domingo, 29 de julio de 2012

COLUMNA: El buen salvaje


Largo tiempo el peruano oprimido

Sandro Bossio Suárez

El propio José Bernardo Alcedo confiesa en su libro “Teoría Elemental de la Música” que las letras de nuestro Himno sufrieron algunas modificaciones y que en la versión inicial no figuraba la estrofa más conocida: «Largo tiempo el peruano oprimido...». Y, en efecto, en 1824, poco tiempo después de la victoria de Ayacucho, el capitán José Hipólito Herrera publicó el “Álbum de Ayacucho”, donde aparece la letra del Himno Nacional con el coro y solo cuatro estrofas, excluyendo a las otras.
En 1853, el poeta Manuel Nicolás Corpancho publica en su libro “Lira Patriótica del Perú” una versión del Himno con solo tres estrofas. A fin de mejorar literariamente el himno, Corpancho corrige en su integridad la estrofa que se refiere a Lima y suple las dos líneas finales de la que él consideraba la quinta estrofa.
El Club Literario de Lima, en 1874, solicita por medio de Luis Benjamín Cisneros y Eugenio Larrabure y Unanue, cambiar totalmente la parte literaria del Himno Nacional. La petición incluía convocar a un concurso para el 28 de julio de ese año, en vista de la enorme cantidad de errores que habían detectado. El pedido fue aprobado y toda Lima se llenó con las convocatorias para el concurso. Sin embargo, la ciudadanía no vio con buenos ojos esta decisión y rechazó la convocatoria; de modo que por ese año el Himno quedó tal cual.
Las intenciones de reforma se cristalizaron durante el gobierno del presidente Eduardo López de la Romaña: por Resolución Suprema de fecha 8 de mayo de 1901, se restauró por completo la música, encargándole la labor al maestro Claudio Rebagliati, y se convocó a un concurso para elegir una nueva letra que sustituyera a la compuesta por De La Torre Ugarte debido a que la original era lesiva a España. Uno de los miembros del jurado calificador fue el tradicionista Ricardo Palma, quien estuvo de acuerdo con el cambio de las estrofas, pero sugirió no cambiar el coro.
El ganador de las justas fue el gran poeta José Santos Chocano, quien se presentó con el seudónimo de Improntu. Ese año, en una velada literaria y musical en el Teatro de Lima, realizada para recaudar fondos para la construcción de un monumento en memoria del coronel Francisco Bolognesi, se ejecutó por primera vez el nuevo Himno Nacional. Éste llegó a cantarse en las escuelas fiscales y los colegios secundarios toda la primera década del siglo XX. Cuenta la historia que Santos Chocano no recibió al final el premio, una medalla de oro, por misteriosas decisiones gubernamentales. Luis Alberto Sánchez, en un artículo publicado en el diario La Prensa, publicado en 1974, se recuerda entonando las estrofas del nuevo himno.
Pero, una vez más, el consenso público rechazó las innovaciones y exigió el retorno a las letras originales, cosa que se hizo a partir del  26 de febrero de 1913, mediante la ley Nº 1801, durante la presidencia de la República, de don Guillermo Billinghurst. Él, además, declaró intangibles tanto la música como la letra de nuestro Himno para que no hubiera más cambios futuros.
Ahora bien, en el Himno Nacional original no figura la estrofa que habla de «indolencia de esclavos, humillada cerviz y ominosa cadena». Al parecer, esta estrofa de autor anónimo fue incluida en alguna fecha indeterminada. Según el historiador Gustavo Pons Muzzo, esta estrofa reflejaría la situación de los esclavos en el país y que sería una de las tantas canciones que los esclavos entonaban en esa época. El historiador defiende la hipótesis de que un error en una publicación de 1859, que incluyó el texto apócrifo, inició la confusión.
En 2004, el Tribunal Constitucional restituyó la integridad literaria del Himno Nacional, y así se suplió la estrofa apócrifa con la sexta original, esa que dice: «En su cima los Andes sostengan la bandera o pendón bicolor…», a la que hasta ahora no conseguimos acostumbrarnos.

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