Pintor
por fastidiar a los pintores
Hace seis años, en
octubre, Josué Sánchez ganó el primer lugar en el concurso de blogs para
personas mayores de la agencia británica de información BBCMundo.com (en
español), convocado como parte de las celebraciones por el Día Internacional de
las Personas Mayores. La publicación tuvo una inusitada acogida mundial. Como
un homenaje a la trayectoria de nuestro reconocido pintor y colaborador, a
partir de esta semana, en
el espacio de su columna “Desde el atelier”, publicaremos los
cinco post de que constó el blog "Todavía no pinto canas" del que fue autor.
Josué Sánchez
Tengo 61 años, pero aún no pinto canas
y me siento gloriosamente joven. La juventud es un estado mental, por eso
aunque se me pusieron los pelos de punta cuando me enteré que escribiría un
blog en BBC Mundo, terminé aceptando.
Claro que entonces apenas tenía una
vaga noción de lo que era un blog —internet siempre me ha puesto nervioso—,
pero después de encantarme leyendo a Khabiria —bloggera de Venezuela— y los
consejos de Hernán Casciari, trataré de no defraudarlos.
Nada de esto fue idea mía. Se le
ocurrió —¡cuándo no!— a Diana, mi esposa. Le fascina participar en concursos.
Fue ella la que escribió a BBC Mundo con la esperanza de dejar de ser mi
"secretaria ad honorem", como suele decir cuando utilizamos Internet.
Nunca me propuse ser pintor, en
realidad soy escultor, pero hubiera querido ser músico. Ingresé al
Conservatorio, pero mi madre enfermó gravemente y tuve que dejarlo para
cuidarla. Para no perder el tiempo me matriculé en la Escuela de Bellas Artes
de Huancayo, mi ciudad, en Perú. Siempre estuve ligado al arte.
De niño vivía cerca de una fábrica de
tejas que nos daba una propina a los niños por trabajar en terracota pequeñas
esculturas de toros, leones e iglesias que la fábrica obsequiaba a sus
clientes. Era divertido hacerlas. Otra cosa que debió influir fue la afición de
mi madre a urdir mantas. Yo le ayudaba a seleccionar los hilos. Así aprendí a
armonizar los colores.
La Escuela de Bellas Artes sólo tenía
18 alumnos y únicamente dos estudiábamos escultura. Eso suponía una desventaja
frente a las bromas de los estudiantes de pintura, pero nos dejaba dueños del
taller de escultura y lejos de la pintura académica de corte occidental que se
practicaba entonces.
Fue
haciendo un estudio de una escultura pre-inca, que se me ocurrió ponerle color
al dibujo. Cuando le mostré el resultado a mi maestro, el pintor Alejandro
Gonzáles Trujillo, éste elogió mi trabajo y me alentó a seguir experimentando.
Un año antes de terminar los estudios de arte hice mi primera exposición de
pintura. Entonces me preguntaron por qué pintaba y, un poco en serio un poco en
broma, contesté que era por fastidiar a los pintores.
Lograr
un nombre no fue fácil. Aún recuerdo mi primera exposición importante en Lima.
Ahí estaba yo, pretendiendo ignorar las acerbas críticas de los profesores de
la Escuela de Bellas Artes de Lima invitados por la galerista, que encontraban
insoportables mi pintura plana y el restallante colorido de mis cuadros, cuando
para sorpresa de todos entró la famosísima escultora boliviana Marina Núñez del
Prado, a quien yo sólo conocía por las fotos de los diarios. Mudo de la
emoción, apenas atiné a balbucear unas palabras cuando ella acercándose me dijo
en voz alta: "Felicitaciones, esta exposición en París hoy, sería un
boom". Fue un momento glorioso. ¡Sí que fastidié a los pintores! Y fue el
espaldarazo que necesitaba para consolidar un estilo basado en una estética
andina.
Marina
Núñez del Prado también me dijo entonces que sólo un arte con identidad puede
ser universal. Cuando hablo con mis jóvenes alumnos de arte siempre les repito
eso.
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