domingo, 16 de diciembre de 2012

En busca del fuego


Jorge Coaguila

El “hombre” y el “chico” en el filme “The Road”.
“La carretera” (The Road, 2006), del estadounidense Cormac McCarthy, ofrece un mundo devastado en un futuro próximo. Una historia después del Apocalipsis, luego de la muerte de la civilización. Los protagonistas, un hombre y su hijo, viajan al sur en busca de un mejor clima. Es lo único que les queda.
¿Qué causó la destrucción? ¿Un ataque nuclear? ¿Un conflicto entre países? ¿Cuántas personas quedan vivas en todo el mundo? ¿Qué evitó la muerte de algunos? Eso no se dice en el libro, tampoco importa mucho. Hay una pista débil: un personaje secundario lleva un traje especial contra peligro biológico. El padre y su hijo respiran a través de mascarillas. ¿Acaso para evitar llevar a sus pulmones la ceniza tóxica que domina el ambiente? Sin embargo, el papá tose con frecuencia.
La historia transcurre por otro cauce. El asunto central es cómo se comporta la gente en situaciones de desastre, de carestía, de amenaza constante. El único deseo es sobrevivir a toda costa. El padre cree que en el sur encontrarán un mejor clima, pues existe —según el narrador— «un frío como para agrietar las piedras. Como para quitarte la vida». Para llegar se guían de la carretera, símbolo de una civilización destruida.
Cierto día los relojes se detuvieron a la 1:17 horas, la corriente eléctrica se fue para nunca volver, una luz atravesó el cielo y varios temblores se sucedieron. La destrucción fue casi total. Ciudades incendiadas, coches carbonizados, cadáveres a la intemperie. A partir de entonces una luz mezquina pasaba por día y la noción del tiempo desapareció.
Desde la primera línea del libro se mencionan dos características del ambiente reinante después de la hecatombe: frío y oscuridad. (…) Los diálogos carecen de comillas y guiones. A veces aparecen en medio de una descripción. En otras ocasiones, separados por un punto aparte. Sin embargo, al lector no le es difícil identificar quién habla. Estas conversaciones, con gran claridad, transmiten mucha emoción.
Todo el libro se estructura en el viaje del “hombre” y del “chico”, su hijo, al sur. Ningún personaje aparece con nombre y apellido. ¿Por qué? Tal vez el narrador quiera subrayar la deshumanización, la ausencia, el despojo. La gente ha perdido todo, hasta el derecho a ser llamado por su nombre.
Es revelador que el libro se divida en fragmentos sin títulos ni numeración. El lenguaje es sencillo, de frases cortas y estándar. La narración, en cambio, es lineal, con algunos “flashbacks”, como el del abandono de la madre después del nacimiento del “chico”. «No somos supervivientes. Esto es una película de terror y nosotros somos muertos andantes», dijo ella antes de desaparecer. La madre creía que tarde o temprano los cazarían y los matarían. A ella y al pequeño los violarían y, después, los comerían.
Esta es una novela de amor paternal. El padre sortea cientos de obstáculos para que su hijo sobreviva. Le entrega todo a su alcance, aunque muchas veces escasee la comida. Le enseña a diferenciar el bien del mal, le inculca valores. Lleva «el fuego», es decir, la bondad.
Muchas veces perdona los descuidos del pequeño y se los atribuye. Le enseña a sobrevivir con inteligencia, coraje y paciencia. Lo prepara para cuando ya no esté. Es el ángel guardián del niño, por quien se desvela, en detrimento de su salud. «Mi deber es cuidar de ti. Dios me asignó esa tarea. Mataré a cualquiera que te ponga la mano encima», le dice al “chico”. Si ataca a alguien, lo hace en defensa propia.
La desesperanza en muchos es mayúscula. Un viejo, al que encuentran en el camino, dice: «Dios no existe y nosotros somos sus profetas». Más adelante agrega: «Las cosas mejorarán cuando todo el mundo haya desaparecido». Sin embargo, el padre y su hijo, esqueléticos, harapientos e inmundos, cargando mochilas y con un carrito de supermercado, avanzan hacia el sur en penosa marcha. El final del libro es muy conmovedor, para derramar lágrimas.
En una entrevista concedida en 2007 a la famosa presentadora estadounidense de televisión Oprah Winfrey, McCarthy confesó que el libro surgió en 2003, durante una visita con el menor de sus hijos a El Paso, Texas. Allá, en una habitación de hotel, en una noche de insomnio, se preguntó cómo sería esta ciudad en cincuenta o cien años. Pensó en su hijo, a quien dedicaría la novela, y tomó algunas notas. Años después, en Irlanda, escribió el libro de un solo golpe.
“La carretera” obtuvo el Premio Pulitzer de Ficción en 2007. En 2008 la revista estadounidense “Entertainment Weekly” la consideró el mejor libro publicado desde 1983 hasta ese año. Fue adaptada al cine en 2009, dirigida por el australiano John Hillcoat y protagonizada por Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee, como el “hombre” y el “chico”, respectivamente. El filme recibió elogiosos comentarios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario aquí.