Manuel F. Perales Munguía
En los Andes prehispánicos, la
máscara era uno de los elementos atávicos más importantes de muchas danzas, tal
como ocurría con el antiguo “taqui” del
“guacon” o “saynata”, en el cual sus ejecutantes portaban caretas cuyas
facciones «eran del puro demonio», según el jesuita José de Acosta, como consta
en su “Historia natural y moral de las
Indias”, publicado en 1590.
Por otro lado, los hallazgos
arqueológicos de máscaras de madera y cerámica respaldan lo dicho en las
fuentes escritas coloniales, como ha indicado el investigador Sergio Barraza.
Hoy, este elemento sigue jugando un
papel fundamental en el desarrollo de distintas danzas andinas, incluso como
elemento que permite al danzante apropiarse de aquello que le resulta foráneo y
extraño, para así dominarlo. Por esta razón, especialistas como Gisela Cánepa
han señalado que la máscara andina posee un particular poder mediador y
transformador, con el cual sus portadores expresan y ocultan algo a la vez.
En el valle del Mantaro, ésta mantiene
gran vigencia como expresión de identidad, mediación y transformación, gracias
a artistas populares que, muchas veces desde el anonimato, mantienen viva esta
tradición milenaria.
Precisamente, uno de ellos, el maestro
Abel Beriche Macha, heredero de un linaje de talladores eximios, se dedica
desde niño a la confección de las máscaras empleadas en la danza de la
Huaconada, declarada por la UNESCO como Patrimonio
Cultural Inmaterial de la Humanidad, en el 2010.
Don Abel, natural de Mito, vive en su
sencilla casa de arquitectura tradicional cerca del paraje “La Huaycha”, donde
encuentra la inspiración necesaria para tallar con sus manos mágicas, los
magistrales rostros que, cada mes de enero, dan vida a los imponentes y
admirados “huacones” en Mito y otras localidades vecinas. Su hijo, José Carlos,
y sus hermanos también continúan con esta tradición y, gracias a ello, tenemos
la seguridad que el arte de don Abel trascenderá los tiempos.
Como parte de las acciones de
salvaguarda de nuestro patrimonio cultural, el pasado 19 de marzo, Día del
Artesano Peruano, el Ministerio de Cultura otorgó a don Abel Beriche el
reconocimiento como Personalidad Meritoria de la Cultura Peruana, máxima
distinción en mérito a su arte y su persistencia tenaz en la conservación de
una tradición cultural andina que, pese a la persecución, etnocidio y
discriminación de la cual ha sido víctima, se alza vigorosa frente a la mal
entendida modernidad.
Gracias a don Abel, tenemos hoy el
privilegio de admirar las maravillosas máscaras que expresan aquellas facciones
«del puro demonio» que siglos atrás impresionaran tanto a José de Acosta.
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