Los
sagrarios del pasado
Sandro Bossio Suárez
El
sacerdote Rubén de Berroa, en su monografía sobre la diócesis de Huánuco,
asegura que los dominicos habían construido, hacia 1544, un modesto convento en
la Plaza Huamanmarca
de Huancayo. Además, en 1553 hubo en Lima un cenáculo de dominicos, donde se
hace mención del «convento de Guancayo», que administraba las doctrinas de
Chupaca, Sapallanga, Sicaya, Chongos y La Mejorada. O sea, dos décadas
antes de la visita de Jerónimo de Silva, quien ya habría encontrado un pueblo
fundado autóctonamente, con su iglesia erigida.
Esto
lo certifica la Real
Provisión de Francisco de Toledo, fechada en 1571, quien
dispone que «en el tambo de Huancayo se construya un nuevo monasterio e iglesia
para que residan en él seis frailes y que sea cabecera a donde deben
centralizarse los dos religiosos dominicos que se hallan en la doctrina de
Ananhuanca». Si el virrey dice «que se construya un nuevo monasterio» y no dice
«que se construya un monasterio», es lógico pensar que el citado convento
existía desde antes de 1571.
Esto
quiere decir que por órdenes virreinales, el primer convento de Huancayo fue
refaccionado o tirado para la construcción de uno nuevo, en 1580. La piedra
labrada (que hoy se encuentra en la fuente de la Plaza Huamanmarca ), que data en
efecto de 1580 y pertenece a la aludida iglesia, precisamente es la prueba de
que en esa época empezó una segunda etapa para ella. Después fue convertida en
priorato y tuvo a su cargo las doctrinas de Sapallanga, Mejorada, Conchangará,
Chongos, Chupaca y Sicaya.
Esta
iglesia, inicialmente, estuvo a cargo de los dominicos. Se trataba, por el
dibujo dejado por Leonce Angrand, de una iglesia modesta, caracterizada por la
sencillez de una fachada asimétrica, con una campana, balconetes y cupulinas.
Estaba levantada probablemente en
piedras y barro, y dentro de ella había una sola nave. El presbiterio tenía los
componentes básicos: el altar, al ambón y a la sede. El púlpito contaba con
taza y baldaquino, y el sagrario poseía una guarda para las eucaristías y una
pila bautismal. En sus paredes había pinturas coloniales, hornacinas,
imafrontes, velos, pandeoros y tallas de madera.
Durante
la visita pastoral de 1769, realizada por el presbítero Francisco Javier Echevarría,
esta Iglesia Matriz poseía muchos bienes religiosos: una venera de oro con
diamantes y esmeraldas; dos pares de zarcillos de oro de broquelitos; un par de
candaditos de oro; tres tembleques de diamantes; una gargantilla de perlas con
peso de media onza; un cetro de oro; una cadenita de oro; un rosario
jerosolimitano y uno de perlas; una cruz de cristal; dos sortijas de oro y un
picaflor de oro.
Detrás
de la iglesia estaba el convento. Dicen las tradiciones que tanto el templo
como el claustro eran las únicas edificaciones que tenían techo de tejas en el
pueblo. Pero el convento era realmente famoso por su coro de indios, quienes
cantaban alabanzas sacras en quechua y castellano, acompañados por un órgano de
tuba y bajo de dirección de un maestro de canto gelaciano.
Este
convento «que por sus ornamentos y retablos y galantes adornos de pinturas
pudiera figurar en cualquiera de las mejores ciudades de Europa», a decir del
dominico Juan Meléndez, se destruyó durante el terremoto de 1776.
En
1799 la prelatura decidió construir en la Plaza del Comercio (más delante de la
Constitución) una Iglesia Matriz, que en el futuro sería consagrada como
nuestra Catedral, en lugar de la antigua iglesia de la Santísima Trinidad de la Plaza Huamanmarca, ya
desparecida. La catedral empezó a construirse el 18 de marzo de 1799 y se
concluyó el 2 de marzo de 1831. Durante mucho tiempo fue conocidomo como “cuto
torre”, porque quedó inconclusa y, hasta la década de los treinta del siglo XX,
le faltaba un torreón.
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