Manuel F. Perales Munguía
Fotos: Archivo Pedro González |
En los Andes, la actividad textil ha
tenido gran importancia desde la época misma de la llegada de los primeros
seres humanos a este territorio, tal como demuestran varios hallazgos que datan
de los tiempos del periodo Precerámico. A partir de entonces, con el transcurso
del tiempo, la textilería fue alcanzando paulatinamente niveles más altos de
expresión estética y calidad técnica, que se pueden apreciar en los magistrales
tejidos de pueblos como Paracas, Huari o Chancay.
En los tiempos del Tahuantinsuyo, los
textiles cumplían un papel central en la política, al ser considerados
elementos con los que se podían pactar acuerdos o sellar alianzas, entre
líderes locales y funcionarios del Estado. El propio Inca solía regalar prendas
muy finas, o ropa del tipo “cumbi”, a quienes le demostraban lealtad.
Por otro lado, en el aspecto
mágico-religioso y ritual, la ropa servía también como un recurso que protegía
a su portador de los malos espíritus o maleficios. En este sentido, gracias al
estudioso John Murra, hoy sabemos que cuando había enfrentamientos bélicos
entre bandos opuestos, se buscaba quitarle la ropa al enemigo, creyendo que con
ello se le causaba daño y se le podía vencer.
Un tipo de prenda que ha tenido una
fuerte presencia, como parte del vestuario de las poblaciones andinas
prehispánicas, es la faja, cuyo uso fue generalizado en el antiguo Perú, y lo
es aún en nuestros días. En cada región se le conoce con un nombre distinto e,
incluso, en la sierra central peruana esta diversidad de términos es
destacable. Así, por ejemplo, en Huancavelica se le denomina “chumpi”, en tanto
que en el valle del Mantaro es llamada “watraku” o “watruku”, según la zona en
la que nos encontremos.
En nuestra región, las fajas conservan
aún muchos de los atributos que tenían sus similares de tiempos prehispánicos.
Por ejemplo, todavía algunas de ellas se elaboran “por encargo”, con la
finalidad de entregarlas en calidad de obsequio a otra persona, con ocasión de
alguna celebración o acontecimiento especial. Asimismo, persiste todavía en
varias comunidades la convicción de que esta prenda es un elemento protector
frente a “daños” que podrían ser, eventualmente, causados por algún enemigo.
En el caso específico del valle del
Mantaro, el uso tradicional del “watraku”, en contextos rituales y de trabajo,
es todavía importante en varias comunidades, como se observa en las
celebraciones de San Lucas en octubre, que marcan el inicio de la siembra, o en
las fiestas de Santiago o “Tayta Shanti” en julio.
En el ámbito urbano, en ciudades como
Huancayo y localidades vecinas, la presencia de la faja se ha afianzado en
ocasiones como el tiempo de carnavales, donde esta prenda persiste aún como
elemento indispensable del vestuario del Huaylarsh Moderno.
Por todo lo expuesto, resulta evidente
que la faja es, quizás, la única prenda prehispánica que mantiene bastante
vigencia hasta la actualidad. Su presencia debe considerarse, entonces, como
una muestra clara de la fuerza y vigor de nuestra cultura andina, en el
contexto actual de globalización. Por eso mismo, debe rescatarse su valor como
referente de identidad para nuestros pueblos.
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