The 5th Avenue: Los espacios públicos están asegurados para el ciudadano de a pie. |
Desde las
pioneras y agudas observaciones de Jane Jacobs, se puede entender que uno de
los soportes más importantes para que una urbe sea acogedora y humana, es la
calidad de sus espacios públicos en sus diferentes niveles: suficiencia,
accesibilidad, mobiliario adecuado, inexistencia de barreras arquitectónicas,
etc.
Hace unas
semanas, en Nueva York, donde esta celebre mujer desarrolló gran parte de su
activismo en planificación y diseño urbano, luego de recorrer la impecable 5th
Avenue, la bulliciosa Brooklyn o el emblemático Central Park, pude corroborar
que los espacios públicos son los que caracterizan a una ciudad. Éstos
constituyen una especie de “espíritu de la urbe”, ese algo que las vuelve
inconfundibles, que permanezcan en la memoria y hace grato volver a visitarlas.
Este tema ha
venido cobrando importancia en nuestro país, desde hace unas décadas,
influenciado por intervenciones urbanas importantes a nivel mundial y por
trabajos realizados en algunas metrópolis sudamericanas que han logrado revertir
situaciones deplorables. Para nuestro caso, este tema requiere ser trabajado
denodadamente, pues Huancayo y las demás ciudades del centro del país merecen
verdadera calidad urbana.
Las
instituciones de gobierno y la ciudadanía tenemos
que saber construir áreas públicas que vayan más allá del adorno y la
referencia “kitsch”, o cualquier otra preferencia trasnochada de algún político
o técnico de turno.
El primer paso
importante debe ser la toma de conciencia y sensibilización frente al comportamiento
de las personas respecto a los espacios públicos, a través de campañas o
programas por los diferentes medios de comunicación, para que el ciudadano
pueda entender, entre otras cosas, que las calles, plazas y demás, pertenecen a
todos, por tanto, su accesibilidad tiene que ser irrestricta en todo momento,
debiendo no ser invadidas bajo ningún pretexto injustificado.
Las
instituciones son las que deben liderar un esfuerzo importante para dignificar estos
lugares, junto a los propietarios (sobre todo comerciantes) que al sobreponer
sus intereses lucrativos parecen no tener idea alguna de lo que esto significa.
La siguiente
acción sería suprimir o mejorar la gran cantidad de barreras arquitectónicas
existentes: rampas mal realizadas o la carencia de las mismas, desniveles
abruptos, postes u otros elementos mal ubicados y más; así también, la
erradicación de elementos peligrosos: restos metálicos punzantes, residuos o
salientes de concreto, escalones inadecuados, “placas recordatorias” que
políticos delirantes dejan como “única huella” de su paso, etc.
Un tercer
elemento clave es la contaminación visual que debe ser, progresivamente,
erradicada mediante reglas sencillas y claras, pero llevadas a cabo con firmeza
y oportunidad. Esto evitaría la anarquía y arbitrariedad en la colocación de cientos
de anuncios publicitarios, que alteran la morfología de las edificaciones y
distorsionan el paisaje construido.
Es importante saber que para que una ciudad sea vista
como tal, y no sea solo la sumatoria de un conglomerado de edificaciones, el
concepto de espacios públicos debe ser comprendido con mayor amplitud y calidad.
Dentro de este contexto, lo señalado son solo algunas pautas viables, que
imperiosamente requieren todas las urbes peruanas, en estos momentos en que
abundan los discursos de desarrollo y sostenibilidad.
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