lunes, 8 de abril de 2013

No hay ciudad sin espacios públicos de calidad

Máximo Orellana Tapia
The 5th Avenue: Los espacios públicos están asegurados para el ciudadano de a pie.

 Desde las pioneras y agudas observaciones de Jane Jacobs, se puede entender que uno de los soportes más importantes para que una urbe sea acogedora y humana, es la calidad de sus espacios públicos en sus diferentes niveles: suficiencia, accesibilidad, mobiliario adecuado, inexistencia de barreras arquitectónicas, etc.
Hace unas semanas, en Nueva York, donde esta celebre mujer desarrolló gran parte de su activismo en planificación y diseño urbano, luego de recorrer la impecable 5th Avenue, la bulliciosa Brooklyn o el emblemático Central Park, pude corroborar que los espacios públicos son los que caracterizan a una ciudad. Éstos constituyen una especie de “espíritu de la urbe”, ese algo que las vuelve inconfundibles, que permanezcan en la memoria y hace grato volver a visitarlas.
Este tema ha venido cobrando importancia en nuestro país, desde hace unas décadas, influenciado por intervenciones urbanas importantes a nivel mundial y por trabajos realizados en algunas metrópolis sudamericanas que han logrado revertir situaciones deplorables. Para nuestro caso, este tema requiere ser trabajado denodadamente, pues Huancayo y las demás ciudades del centro del país merecen verdadera calidad urbana.
Las instituciones de gobierno y la ciudadanía tenemos que saber construir áreas públicas que vayan más allá del adorno y la referencia “kitsch”, o cualquier otra preferencia trasnochada de algún político o técnico de turno.
El primer paso importante debe ser la toma de conciencia y sensibilización frente al comportamiento de las personas respecto a los espacios públicos, a través de campañas o programas por los diferentes medios de comunicación, para que el ciudadano pueda entender, entre otras cosas, que las calles, plazas y demás, pertenecen a todos, por tanto, su accesibilidad tiene que ser irrestricta en todo momento, debiendo no ser invadidas bajo ningún pretexto injustificado.
Las instituciones son las que deben liderar un esfuerzo importante para dignificar estos lugares, junto a los propietarios (sobre todo comerciantes) que al sobreponer sus intereses lucrativos parecen no tener idea alguna de lo que esto significa.
La siguiente acción sería suprimir o mejorar la gran cantidad de barreras arquitectónicas existentes: rampas mal realizadas o la carencia de las mismas, desniveles abruptos, postes u otros elementos mal ubicados y más; así también, la erradicación de elementos peligrosos: restos metálicos punzantes, residuos o salientes de concreto, escalones inadecuados, “placas recordatorias” que políticos delirantes dejan como “única huella” de su paso, etc.
Un tercer elemento clave es la contaminación visual que debe ser, progresivamente, erradicada mediante reglas sencillas y claras, pero llevadas a cabo con firmeza y oportunidad. Esto evitaría la anarquía y arbitrariedad en la colocación de cientos de anuncios publicitarios, que alteran la morfología de las edificaciones y distorsionan el paisaje construido.
Es importante saber que para que una ciudad sea vista como tal, y no sea solo la sumatoria de un conglomerado de edificaciones, el concepto de espacios públicos debe ser comprendido con mayor amplitud y calidad. Dentro de este contexto, lo señalado son solo algunas pautas viables, que imperiosamente requieren todas las urbes peruanas, en estos momentos en que abundan los discursos de desarrollo y sostenibilidad.

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