La Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de la ONU ha recomendado, en tono imperativo e impaciente, que los países andinos (leáse, principalmente, Perú y Bolivia) dicten medidas internas para prohibir la práctica de masticar la hoja de coca. De igual forma, el uso de esa planta en la fabricación de productos destinados al consumo masivo. Dice que esto debe hacerse sin demora, pues cree que la utilización de la hoja de coca, como el "chacchado" y hasta su consumo en bolsitas filtrantes, tendría un impacto en el aumento de la drogadicción. En realidad nos parece una exageración. Y es que dicha recomendación colisiona con el empleo tradicional y medicinal de la coca.
Científicos y estudiosos sociales, apoyados en algunas crónicas de Indias, plantean una génesis mágica de la hoja de coca. En ese sentido, se hallaron vasijas de la cultura mochica en las que aparecen figuras de posibles chamanes con la mejilla hinchada por la bola de coca. Del mismo modo, se sabe que los incas congratulaban con coca a las autoridades étnicas que llegaban al Cusco, como parte de la reciprocidad entre el Estado y los grupos dominados. Pedro Cieza de León cuenta que, junto a otros productos, esta hoja era almacenada en depósitos provinciales para ser utilizada en tiempos de guerra, y que era distribuida entre los indígenas en tiempos de paz, para aliviar las necesidades de la población en caso de escasez de alimentos.
La estudiosa Paulina Arce nos acerca a la divinidad de la coca: los adivinos mascaban hojas de coca y escupían el jugo en la palma de la mano con los dedos extendidos para pronosticar augurios. En realidad, el propio mito fundador del imperio tuvo relación con la coca. Garcilaso de la Vega relata que los hijos del sol, al fundar el imperio dorado, ofrendaron coca y enseñaron a los hombres a utilizarla para matar el hambre, eliminar el cansancio y permitir que el desdichado olvidara sus desgracias.
Se cree que, al igual que los aymaras, los incas contaban con grandes cultivos de coca, pues para ellos se trataba no solo de una planta mágica, sino además fiduiciaria, pues parece que la coca cumplió la función de valor de cambio en ausencia de una moneda.
Según el ensayista boliviano Renzo Abruzzese el origen de la palabra "coca" ha sido encontrado en el vocablo aymara "khoka", que significaría, simplemente, "el árbol". Su origen mítico se asienta en una remota historia: Khuno, Dios de la nieve y la tempestad, incendió grandes extensiones para fertilizar la tierra, pero esto encolerizó tanto al dios Sol que envió una tempestad de fuego y, los pocos sobrevivientes, al salir de la cuevas donde se refugiaron, encontraron como único sustento verdes hojas en arbusto, que les dio tranquilidad y energía. La divinizaron con el nombre de "Mama Coca".
La coca, como hoja sagrada, acompañó al hombre andino hasta la llegada de los españoles, quienes, enterados que los indios la consumían en suplencia de alimentos y energizantes, la usaron con sevicia para embrutecer a los cargueros (aquellos hombres que morían sin alimento, cargando minerales a la espalda); a los mitayos, que debían construir carreteras y puentes; y a los arrendires, quienes debían trabajar la tierra de los "mistis" a cambio de un pedazo de campo de cultivo para su propio sustento. Es decir, los españoles envilecieron al indio con el uso indiscriminado de la coca, convirtiéndola en un elemento degenerador y narcotizante, altamente adictivo.
Baldomero Cáceres, uno de los firmes defensores de esta hoja, nos dice que hoy la coca ya no tiene ese cariz: el hombre andino y selvático la consume como un estimulante cotidiano (exactamente igual a como nosotros consumimos el café), y que la coca posee valiosas propiedades culturales y medicinales. Que el narcotráfico haya convertido a la coca en la materia prima de su ilegal producción, es otra cosa, y definitivamente eso no va a combatirse anulando culturas y prohibiéndonos de tomar una infusión de coca (que, además, es mi tisana favorita).
Científicos y estudiosos sociales, apoyados en algunas crónicas de Indias, plantean una génesis mágica de la hoja de coca. En ese sentido, se hallaron vasijas de la cultura mochica en las que aparecen figuras de posibles chamanes con la mejilla hinchada por la bola de coca. Del mismo modo, se sabe que los incas congratulaban con coca a las autoridades étnicas que llegaban al Cusco, como parte de la reciprocidad entre el Estado y los grupos dominados. Pedro Cieza de León cuenta que, junto a otros productos, esta hoja era almacenada en depósitos provinciales para ser utilizada en tiempos de guerra, y que era distribuida entre los indígenas en tiempos de paz, para aliviar las necesidades de la población en caso de escasez de alimentos.
La estudiosa Paulina Arce nos acerca a la divinidad de la coca: los adivinos mascaban hojas de coca y escupían el jugo en la palma de la mano con los dedos extendidos para pronosticar augurios. En realidad, el propio mito fundador del imperio tuvo relación con la coca. Garcilaso de la Vega relata que los hijos del sol, al fundar el imperio dorado, ofrendaron coca y enseñaron a los hombres a utilizarla para matar el hambre, eliminar el cansancio y permitir que el desdichado olvidara sus desgracias.
Al igual que los aymaras, los incas contaban
con grandes cultivos de coca, pues para ellos
se trataba no solo de una planta mágica
Según el ensayista boliviano Renzo Abruzzese el origen de la palabra "coca" ha sido encontrado en el vocablo aymara "khoka", que significaría, simplemente, "el árbol". Su origen mítico se asienta en una remota historia: Khuno, Dios de la nieve y la tempestad, incendió grandes extensiones para fertilizar la tierra, pero esto encolerizó tanto al dios Sol que envió una tempestad de fuego y, los pocos sobrevivientes, al salir de la cuevas donde se refugiaron, encontraron como único sustento verdes hojas en arbusto, que les dio tranquilidad y energía. La divinizaron con el nombre de "Mama Coca".
La coca, como hoja sagrada, acompañó al hombre andino hasta la llegada de los españoles, quienes, enterados que los indios la consumían en suplencia de alimentos y energizantes, la usaron con sevicia para embrutecer a los cargueros (aquellos hombres que morían sin alimento, cargando minerales a la espalda); a los mitayos, que debían construir carreteras y puentes; y a los arrendires, quienes debían trabajar la tierra de los "mistis" a cambio de un pedazo de campo de cultivo para su propio sustento. Es decir, los españoles envilecieron al indio con el uso indiscriminado de la coca, convirtiéndola en un elemento degenerador y narcotizante, altamente adictivo.
Baldomero Cáceres, uno de los firmes defensores de esta hoja, nos dice que hoy la coca ya no tiene ese cariz: el hombre andino y selvático la consume como un estimulante cotidiano (exactamente igual a como nosotros consumimos el café), y que la coca posee valiosas propiedades culturales y medicinales. Que el narcotráfico haya convertido a la coca en la materia prima de su ilegal producción, es otra cosa, y definitivamente eso no va a combatirse anulando culturas y prohibiéndonos de tomar una infusión de coca (que, además, es mi tisana favorita).
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