Para empezar es necesario señalar que la palabra “Navidad” es una abreviatura de “natividad”, proveniente de la voz latina “nativitas”, que significa nacimiento. Es por ello que se aplica este nombre a la fiesta cristiana del 25 de diciembre, en que se celebra el nacimiento del niño Jesús, llamado también niño Manuelito.
Dependiendo del país de habla hispana en el que nos encontremos, los nacimientos de la Navidad son llamados también belenes, pesebres, portal o pasitos; éstos forman parte de la tradición cristiana desde hace siglos, y representan el nacimiento de Jesucristo mediante una escenificación con figuras. Éstas presentan, de manera alegórica, la llegada de los reyes magos y, principalmente, el alumbramiento del niño Jesús junto a la Virgen María y a José formando la Sagrada Familia.
Los nacimientos de Navidad tienen su origen en el Siglo Xlll con San Francisco de Asís, quien mientras predicaba por la campiña de Rieti, Italia, lo sorprendió el crudo invierno, haciéndole frente sólo con unos harapos. Por fortuna se pudo refugiar en la ermita de Greccio, durante la Navidad del año 1223, y allí se le ocurrió reconstruir la natividad con figuras humanas y animales reales. Curiosamente esta tradición de reproducir belenes naturales prosiguió durante varios siglos, hasta que en Nápoles, según se cree, escenificaron el primer nacimiento con figuras de barro en el siglo XV. Con Carlos III se popularizaron los belenes en España. En América, los Franciscanos los utilizaban en Navidad como método de evangelización.
Existen muchas clases, así tenemos los belenes vivientes representados por figuras y animales reales, o los tradicionales hechos con figuras de diferentes materiales. Por su tamaño tenemos belenes grandes, donde las figuras superan el metro y medio de altura; Monumentales construidos en el exterior, y suelen ser una obra hecha por varios artistas; y los belenes Dioramas, es decir, reproducciones a escala reducida de escenas de los nacimientos bíblicos, enmarcados en un cajón cúbico, construidos sujetos a ciertos cánones, con una sola embocadura y un montaje sencillo, pero muy efectista de luz y color. Según la manera de representarlos, los “pasitos” pueden dividirse en bíblicos, que representan los paisajes, animales, ropa y enseres de la época; los populares que no se ajustan en nada a la historia y aparecen fabricados con materiales como corcho, serrín y papel de plata; regionales, que reproducen el paisaje, los personajes, vestimentas, utensilios y costumbres del lugar donde se hacen; y por último, los modernos en los cuales se usan materiales como conchas, piedras o botellas, logrando así belenes graciosos y modernos.
Como curiosidades, en diferentes lugares se añaden personajes dentro de los nacimientos, así por ejemplo, en nuestro país es costumbre introducir la figura del cholito acompañado de su llama. Otra curiosidad es que solo colocan la estatuilla del niño Jesús, en el pesebre, hasta el día de su nacimiento. En Perú, el belén se desmonta, aproximadamente, el 6 de enero en una celebración llamada “Bajada de Reyes”, y en Venezuela realizan una ceremonia para levantar al niño Jesús que llaman “Paradura del niño”. Por tanto, la figura del belén en Navidad está ya muy arraigada en los países de religión cristiana, a pesar de la dura competencia norteamericana que popularizó la figura de Papa Noel durante el siglo XX.
Los nacimientos navideños, más allá de representaciones con estatuillas, significan varias cosas. Por ejemplo, nos hacen recordar el natalicio de Jesucristo, su encarnación en hombre, y que llegó a cohabitar entre nosotros. Si prestamos atención, el pesebre también nos recuerda donde nació el Cristo: no nació en un granero, tampoco en una casa, menos aún al aire libre, él nació dentro de la humildad y rodeado de su creación, entonces el mensaje, para los creyentes, es una reconciliación de todo sobre el mundo.
En los pasitos navideños también encontramos a los tres reyes magos: eran ricos, con prestigio e influencia, pero paganos. Lucas los presenta como los primeros gentiles buscando a Dios. Sus regalos, dignos de un rey, hicieron luego posible financiar que la familia de Jesús pudiera huir para refugiarse en Egipto. Entonces, los reyes magos nos recuerdan que esos extranjeros, gentes de otras religiones, diferentes a nosotros, pueden ser siempre aceptados.
Por último, el nacimiento navideño —que es así como lo llamó San Francisco de Asís— contiene a la “Sagrada Familia”: Jesús, María y José, quienes nos recuerdan la unidad familiar que debe existir, sin importar donde estén, ni con quien, así haya o no abundancia. Lo importante es la unidad, algo que últimamente es lo menos relevante en esta celebración.
Tal y como podemos ver, “el pasito” o nacimiento navideño es un símbolo que nos ayuda a contar la historia de la natividad. No es históricamente correcto, pero sí culturalmente preciso. A nombre de todos quienes colaboramos para “Solo 4” les deseamos una ¡Feliz Navidad!
Jesús, María y José (…) nos recuerdan la unidad familiar que debe existir, sin importar donde estén, ni con quien, así haya o no abundancia. Lo importante es la unidad.
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