domingo, 12 de septiembre de 2010

Entrevista exclusiva a León Gieco

El león de la resistencia

Sandro Bossio Suárez
Ya no es el muchacho flaco que cantaba a la vida, a la gente, a la democracia, y que hacía retumbar los estadios y temblar a los dictadores. Ahora es un hombre reposado, con el cabello entrecano cortado casi al rape, pero sigue siendo ese niño que a los siete años se compró su primera guitarra y la pagó en cuotas
trabajando en las calles.


Sigues cantándole a la democracia. ¿Todavía crees que hay dictaduras embozadas en nuestro continente?
Sí, por supuesto. Sigue habiendo injusticias, gente que odia al prójimo, desbalances económicos. Mirá, ahora hay otro tipo de dictadura, la dictadura de la nada, porque ahora la gente vive oprimida por la nada. Esta sociedad se ha vuelto muy indiferente, se banalizó, solo piensa en comprarse un nuevo televisor y con eso la gente ya está satisfecha. Por eso sigo en lucha permanente, como lo hacía Atahualpa con sus canciones, o Violeta Parra, que grande gente esa.

Dicen por ahí que de la música de protesta pasaste a la música de propuesta.
Ah, qué bonito, primera vez que lo escucho. Y sí, está en mi espíritu seguir luchando, pero ahora mi voz es diferente, mis canciones son diferentes. Prefiero decirle a la gente que todavía hay esperanza, que podemos hacer algo por los niños de la calle, por la gente desaparecida…

Y por la naturaleza.
Sí, también por la naturaleza. Ahora interesarse por la naturaleza y la ecología es una cuestión de honor. Y también de sobrevivencia.

Háblame un poco sobre tu niñez. ¿Tus abuelos llegaron de Italia con la mandolina?
Sí, del Piamonte, perseguidos como todos los italianos por las hambrunas y las guerras. Se vinieron a vivir a una quinta (una especie de fundo) donde teníamos de todo y donde había además criollos que eran los peones y cantaban y jolgoriaban después del trabajo. Yo aprendí de ellos. Mi abuelo les llamaba “negros apestaos”. Nunca supo distinguir entre un criollo y un mestizo.

¿Y a qué edad empezaste a cantar y a componer?
A los siete años, cuando mi padre se echó al abandono y se volvió alcohólico. Yo pasé muchas penalidades a esa edad, hasta los diez años, porque mi padre no trabajaba y se había empecinado en sacarnos de la quinta. Tuve que trabajar mucho. Repartía carne en una bicicleta, le hacía los mandados a una señora con mucho dinero, cantaba en los restaurantes para la gente. Mi madre cuando peleaba con mi padre le decía que yo ganaba más plata que él. Era muy triste. Como ya ganaba mi plata, un día me compré una guitarra a plazos. Mi padre firmó las letras, pero yo las pagué, y en la escuela empecé a hacerme conocido.

Entonces, malas experiencias con tu padre.
No, para nada. Al contrario. Él nunca me trató mal. Es más, él fue el único que creyó en mí cuando le dije que quería venirme a Buenos Aires para ser cantante. Me aconsejó que estudiara mecanografía porque la fama iba a tardar en llegar. Y así lo hice. Mis primeros años fui profesor de mecanografía y después trabajé en una institución de télex.

Y llegó la fama.
En verdad, tardó. Primero llegó mi amigo Horacio Pumero, el bajista de los Moscos. Depués Bob Dylan, a quien escuché con fervor (sobre todo esa maravilla “Blowing in the wind”). Después el guitarrista Claudio Gabis, que acababa de separarse de Manal. Sugestionado con Dylan, por su manera de cantar y tocar al mismo tiempo la guitarra y la armónica, me dije que yo también podía hacer eso. Y así fue. Compuse el primer tema de mi vida, “Hombres de hierro”, que es un plagio de “Blowing in the Wind”, con una letra que hablaba del “mendozazo”.

Se dice que tuviste suerte al conocerte con Gustavo Santaolalla.
Creo que sí porque un día, sin conocerlo, me fui a cantarle mis canciones. Él se emocionó y me dijo que grabaría un disco. “En el país de la libertad” fue una de mis primeras canciones. La pasaron en la radio y nunca más tuve que volver a trabajar.

¿Es verdad que al principio te juntaste con Charly García?
Sí y con Raúl Porchetto, Nito Mestre y María Rosa Yorio. Le pusimos al grupo “Porsugieco”. Tengo una imagen: Charly y Raúl pegando afiches en una pared, y yo y Nito en la otra vereda. Era 1976. El concierto fue un éxito increíble.

¿Con qué otros cantantes actuaste?
Con Palito Ortega, con Piero, con Fito Páez, con Pablo Milanés, con Mercedes Sosa. En realidad con todos.

¿Y los militares te persiguieron por cantarle a la libertad?
Mil veces. Tanta fue la presión que en 1978 tuve que irme a vivir a Los Ángeles. Pero volví al año, no podía vivir lejos de mi país, aunque se desangraba. Y seguí cantando a la resistencia.

¿Por eso compusiste ese himno de todos “Solo le pido a Dios”?
Sí, claro. Le pedía por las cosas que quería, con toda honestidad, por la gente, por no morirme antes de lograr algunas cosas más en la vida. Ahora le sigo pidiendo cosas. No para mí, porque yo todo lo tengo en exceso, sino para la gente pobre, para los marginados, para los olvidados.

MÁS DATOS
León Gieco nació en 1951. Su verdadero nombre es Raúl Alberto Antonio Gieco. Se caracteriza por fusionar el folklore con el rock, y por las connotaciones sociales y políticas de sus canciones en favor de los Derechos Humanos y los desposeídos. También es cineasta. Su película “Mundo Alas” ha ganado mucho interés en el público.

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