sábado, 18 de septiembre de 2010

Walter Carreño: La perversidad de la disciplina

Héctor Meza Parra

La obra del pintor Walter Carreño Medrano retrata vivencias históricas o indígenas. Aunque natural de Lima, es tarmeño de corazón, pues ha vivido gran parte de su vida en Tarma y su pintura tiene como tópico principal a esta provincia. A continuación, el escritor Héctor Meza Parra nos habla más de él a través de una emotiva crónica.

Nunca se enfada, nunca se le ve apresurado y nunca se le va a ver tomando sol. Jamás puede estar lejos de lo que más ama: la pintura. Pudiera prescindir fácilmente de la tecnología y los amigos pero nunca de los colores. Todas sus fantasías, todos sus sueños y todos sus proyectos están metidos allí, en su pincel. Vive entregado a la poesía de las gamas y a los matices de los cerros las veinticuatro horas del día. Casi no pinta rostros sino ciudades de barro y teja. Pinta palomitas como si fueran nubes blancas. Walter me ha confesado que desde la partida de su más grande amor, Cristina Ayllón Galleres, y a quién en verdad le debe todo el éxito de su carrera, no ha encontrado otro cobijo mejor que aislarse en su taller. Allí está su vida y quizás su muerte. No necesita más que una paleta, un pincel, un recuerdo y su imaginación para crear microcosmos inexistentes como un sueño de aquello que nunca podrá alcanzar.
Walter ha transitado mucho por la vida y por el mundo, pero Argentina ha sido el primer país que le dio el espaldarazo a su carrera. Allá también formó a otras jóvenes promesas. Más de una vez le pidieron que se quedara pero él se negó; siempre prefirió la tierra de sus padres. “Es que siento su magia dentro”, me confesó alguna vez. Pero Walter ha sido y sigue siendo el hombre que se ha valido de su talento para conseguir sus grandes viajes. Por ejemplo, ahora tiene una próxima visita a Canadá, donde llevará el límpido cielo serrano envuelto en lienzos para ser mostrado con sencillez y orgullo frente al cosmos del automatismo, esto gracias a la filantropía de un gran hombre, el ingeniero Carlos Contreras.
En realidad, Walter es un apasionado, un artista comprometido con su vocación. A estas alturas y a estas horas, estoy seguro que debe estar pintando, y si no es con el pincel es con la imaginación. Hace poco estuvimos tomando una taza de café en su casa y mientras él se demoraba atendiendo la puerta del primer piso, yo aprovechaba para conversar con esos seres extraños que habitan los recovecos de su habitación: sus pinceles, sus fotos, sus diplomas. El más viejo de los pinceles habló: “Señor —me dijo— si usted se fija en las pinturas de Walter va a ver que hay algo de él en cada una de ellas, sobre todo en esos de color ladrillo-greda. Es como si al pintar salpicara y dejara su espíritu sobre esas piedras. Sí, le encanta pintar paisajes más que rostros. ¿Quiere que le confiese algo? Walter es perfecto cuando emplea la técnica del carboncillo”. Al rato, pidió la palabra otro pincel en voz alta, y lo hizo para quejarse de Walter, decía que no le daba vacaciones hacía mucho tiempo, que lo explotaba demasiado, y no contento con dejarlo mocho también le dejó sin dientes. “Es malo, a veces” —me dijo otra voz— y yo, curioso, seguí preguntando: “y ¿por qué es malo Walter?”, “porque a nosotros los niños también nos hace trabajar hasta muy tarde…no nos deja descansar”. Después se formó un coro de protestas exigiendo que se respeten sus derechos. “Haga algo por nosotros, señor”. Cuando iba a hablar, Walter subía, así que les hice un guiño cómplice y les prometí regresar. Pero sentí que no me creyeron.
Walter ya no tiene tiempo para seguir escarbando en su pasado. Me dice con gran cariño y respeto que lo acompañe a su taller. Efectivamente, al llegar, me explica el por qué de las mantas multicolores, la bicharra y el asustadizo cuy que va cobrando vida en aquel cuadro de la esquina. Luego de imponerse un silencio de claustro, se coloca el mandil esas manos frágiles y se transforma en el artista que es para completar lo último de sus creaciones. Siente que le falta algo, entonces recuerda que debe prender el equipo. Sale la música de Vivaldi y Walter se eleva. Yo lo observo y él empieza a desconectarse de este mundo. Al rato, desciende hacia el pie del boceto inconcluso y se queda pensando dónde debe mejorar. Mientras se pierde en esas punas, yo cojo mi cartapacio, lo limpio y me dirijo a la puerta. Él sabe que lo estimo, por eso salgo casi de puntillas, sin despedirme.
Sé que a partir de esa hora empezará la orgía entre los colores y él.


MÁS DATOS:
El pintor Walter Carreño nació en Lima. Hizo sus estudios en la Academia de Lima, y desde 1973 en Buenos Aires con el Maestro Ernesto Murillo y en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes "Ernesto de la Carcova". Ha trabajado en Argentina, Francia, Holanda y Suecia.

Imágenes de arriba abajo: (1) Walter Carreño con su madre. (2) Walter Carreño en una muestra de su obra. (3) Mujer andina. (4) Trabajando el paisaje.

4 comentarios:

  1. esta bonito lo q dice

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  2. Saludos maestro Walter Carreño Medrano, despertó la fiebre en mi corazón el Portal de Cuyruhuasi. También su pintura de la campesina cosechando flores en el caserío de Vilcabamba en Tarma.

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  3. Me ha contentado mucho el poder finalmente llegar al autor del hermoso cuadro de la campesina cosechando un hermoso campo floreado. Gracias!

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  4. Tengo el gusto de tener dos de sus obras. Un abrazo desde Lima

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