Danzantes de tijeras de Pariahuanca
Allá por los años de 1940, cuando se realizaba la fiesta en homenaje a la Cruz de Chilca, vi a los danzantes de tijeras, que bailaban en la puerta de la capilla, acompañados de un solo violín y otros con pincullo; los devotos de la Cruz de Chilca, pagaban a los bailarines, mejor dicho, a los danzantes de tijeras, para que dancen en su nombre. Después de su actuación, recibían su pago y se iban a tomar un remojado de culebra. Por entonces, mi madre tenía una pequeña tienda ubicada a media cuadra de la capilla, a la que acudían estos danzantes y tomaban su remojadito de caña.
A mis hermanos y a mí nos gustaba ver como danzaban y las pruebas de destreza y magia que realizaban. Recuerdo que uno de ellos agarraba una de mis orejas, me sacudía y caían monedas de plata. Lo mismo hacía con mi nariz. También, agarraban un carbón encendido, lo mantenían entre las manos, y no les quemaba. ¿Cómo lo hacían?, no lo sé, pero nos quedábamos asombrados con la habilidad que tenían. Mi mamá nos decía: “Estos danzantes tienen pacto con el diablo, es por eso que hacen todas estas cosas”.
Todas estas manifestaciones, y muchas más, eran realizadas por los danzantes de tijeras de Pariahuanca y Lampa, pueblos pertenecientes a Huancayo. Su vestuario consistía en un pantalón de color negro, al que en la pantorrilla le colocaban unas “huatanas” de colores (cintas que se emplean en la fiesta del Santiago). Camisa blanca de mangas largas, llevaban maquitos de color negro y blanco, en la cabeza se ponían un pañuelo rojo y danzaban con los pies desnudos.
La última vez que los vi danzar fue en Acopalca, donde competían los mejores danzantes de tijeras de los pueblos de Pariahuanca contra los Huancavelicanos y Ayacuchanos. Lamentablemente, se perdieron estas competencias, a causa del terrorismo, pues los subversivos quemaron todo donde se realizaban las competencias.
Allá por los años de 1940, cuando se realizaba la fiesta en homenaje a la Cruz de Chilca, vi a los danzantes de tijeras, que bailaban en la puerta de la capilla, acompañados de un solo violín y otros con pincullo; los devotos de la Cruz de Chilca, pagaban a los bailarines, mejor dicho, a los danzantes de tijeras, para que dancen en su nombre. Después de su actuación, recibían su pago y se iban a tomar un remojado de culebra. Por entonces, mi madre tenía una pequeña tienda ubicada a media cuadra de la capilla, a la que acudían estos danzantes y tomaban su remojadito de caña.
A mis hermanos y a mí nos gustaba ver como danzaban y las pruebas de destreza y magia que realizaban. Recuerdo que uno de ellos agarraba una de mis orejas, me sacudía y caían monedas de plata. Lo mismo hacía con mi nariz. También, agarraban un carbón encendido, lo mantenían entre las manos, y no les quemaba. ¿Cómo lo hacían?, no lo sé, pero nos quedábamos asombrados con la habilidad que tenían. Mi mamá nos decía: “Estos danzantes tienen pacto con el diablo, es por eso que hacen todas estas cosas”.
Todas estas manifestaciones, y muchas más, eran realizadas por los danzantes de tijeras de Pariahuanca y Lampa, pueblos pertenecientes a Huancayo. Su vestuario consistía en un pantalón de color negro, al que en la pantorrilla le colocaban unas “huatanas” de colores (cintas que se emplean en la fiesta del Santiago). Camisa blanca de mangas largas, llevaban maquitos de color negro y blanco, en la cabeza se ponían un pañuelo rojo y danzaban con los pies desnudos.
La última vez que los vi danzar fue en Acopalca, donde competían los mejores danzantes de tijeras de los pueblos de Pariahuanca contra los Huancavelicanos y Ayacuchanos. Lamentablemente, se perdieron estas competencias, a causa del terrorismo, pues los subversivos quemaron todo donde se realizaban las competencias.
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