Nuestro ilustre escritor bi-nacional, Don Jorge Mario Vargas Llosa ha sido ungido como uno de los grandes de España; su amigo, el Rey Juan Carlos le ha concedido el título de Marqués, por su extraordinaria contribución a las letras españolas, el escritor de 74 años de edad se hizo libre y voluntariamente español en 1993, aunque irremediablemente conserva su origen de cholo arequipeño, ciudad que conoció “de oídas”, como él mismo aclaró.
Es una buena ocasión para rememorar que no fueron distinguidos con el mismo entusiasmo los otros latinoamericanos Premios Nóbel de Literatura: la chilena Gabriela Mistral (1945), el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1967), el chileno Pablo Neruda (1971), el colombiano Gabriel García Márquez (1982) ni el mexicano Octavio Paz (1990), acaso porque ninguno optó por nacionalizarse español.
Porque, exceptuando a Camilo José de Cela, que obtuvo el Marquesado de Iria Flavia, la corona española tampoco ha sido muy pródiga en colocar en el altar de la nobleza a los intelectuales y escritores nacidos en España, siguen siendo plebeyos el primer Nobel de habla hispana José Echegaray (1904), tampoco fue distinguido Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jimenez (1956) ni Vicente Alexaindre (1977), el último poeta nacido en España, franquista de corazón.
Don Jorge Mario Vargas Llosa con todo derecho puede ostentar, desde ahora y siempre, el apelativo de “DON”, esto es “De Origen Noble” y ser tratado como “Su Ilustrísima”, pudiendo heredar tan distinguido trato a Don Álvaro Vargas Llosa, el autor del “Manual del perfecto idiota”.
Es bueno recordar que este asunto de pertenecer a los Grandes de España fue una aspiración de muchos indianos, ligados a las clases dirigentes nativas de América India, reclamaron este derecho los descendientes mestizos de Vlei-Tlatoani (mexica), Motecuzohma II (azteca) y Atahualpa (Inca), entre muchos otros. También pugnaron infructuosamente por este reconocimiento, por ser la contribución nativa a lo que se ha venido llamando “El descubrimiento y conquista de América”.
Hubieron también intelectuales mestizos, de sangre noble española y nativa, que trataron de alcanzar la misma distinción, un descendiente mestizo de uno de los Grandes de España, primo del poeta Garcilaso de la Vega, nuestro escritor Garcilaso de la Vega, el Inca, hijo de un aventurero y noble español, después de tentar infructuosamente que se le reconozca sus títulos nobiliarios, considerada indigna debido a su noble genealogía inca, murió siendo un clérigo plebeyo en la propia España. Lo mismo sucedió con el cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala, quien luchó porque se le reconociera como hidalgo caballero, claro está que en esos tiempos, el título de nobleza significaba, además, ingresos económicos para una vida holgada y traía consigo grandes propiedades, privilegios y derechos a gobernar autoritariamente sin dudas ni murmuraciones.
Por eso, entre los caciques huancas, don Felipe Huacrapáucar hizo todo lo posible conseguir dicha distinción, dejando de lado a sus otros aliados, los Apoalaya y los Zurichaqui, entre otros. No sólo se trataba de ostentar un escudo nobilario, escudo que finalmente los descendientes, en un acto de dignidad reivindicativa, lo expropiamos, para uso de las poblaciones huancas plebeyas.
Y como el propio Marqués de Vargas Llosa, o Marqués de Arequipa, al conceder una entrevista a los reporteros de Radioprogramas del Perú, aclaró, con la modestia que da el saberse ganador de la máxima distinción literaria del planeta:
“Es un gesto muy cariñoso, se lo agradezco al rey y a España, y al mismo tiempo quiero decir que yo nací plebeyo y me voy a morir plebeyo”, respondió a los periodistas de Radioprogramas, cuando lo entrevistaron apenas se supo la noticia.
“Los cholos hemos llegado a la aristocracia española; es divertido ¿no es verdad? Es una sorpresa descomunal porque si algo no se me pasó jamás por la cabeza es que a mí me harían marqués”, dijo y aclaró que en la literatura no es único en recibir este título: “Hay marqueses interesantes, no todos son unos bobalicones”, y mencionó entre ellos al marqués de Sade.
Acaso se refería a los miembros de la Diputación Permanente de la Grandeza, quienes dieron a conocer su malestar porque el tratamiento de ilustrísimo se le haya otorgado a Vargas Llosa, cuando los notables escritores españoles, ganadores del Premio Cervantes y el Premio Príncipe de Asturias, no gozan del mismo trato.
Es una buena ocasión para rememorar que no fueron distinguidos con el mismo entusiasmo los otros latinoamericanos Premios Nóbel de Literatura: la chilena Gabriela Mistral (1945), el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1967), el chileno Pablo Neruda (1971), el colombiano Gabriel García Márquez (1982) ni el mexicano Octavio Paz (1990), acaso porque ninguno optó por nacionalizarse español.
Porque, exceptuando a Camilo José de Cela, que obtuvo el Marquesado de Iria Flavia, la corona española tampoco ha sido muy pródiga en colocar en el altar de la nobleza a los intelectuales y escritores nacidos en España, siguen siendo plebeyos el primer Nobel de habla hispana José Echegaray (1904), tampoco fue distinguido Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jimenez (1956) ni Vicente Alexaindre (1977), el último poeta nacido en España, franquista de corazón.
Don Jorge Mario Vargas Llosa con todo derecho puede ostentar, desde ahora y siempre, el apelativo de “DON”, esto es “De Origen Noble” y ser tratado como “Su Ilustrísima”, pudiendo heredar tan distinguido trato a Don Álvaro Vargas Llosa, el autor del “Manual del perfecto idiota”.
Es bueno recordar que este asunto de pertenecer a los Grandes de España fue una aspiración de muchos indianos, ligados a las clases dirigentes nativas de América India, reclamaron este derecho los descendientes mestizos de Vlei-Tlatoani (mexica), Motecuzohma II (azteca) y Atahualpa (Inca), entre muchos otros. También pugnaron infructuosamente por este reconocimiento, por ser la contribución nativa a lo que se ha venido llamando “El descubrimiento y conquista de América”.
Hubieron también intelectuales mestizos, de sangre noble española y nativa, que trataron de alcanzar la misma distinción, un descendiente mestizo de uno de los Grandes de España, primo del poeta Garcilaso de la Vega, nuestro escritor Garcilaso de la Vega, el Inca, hijo de un aventurero y noble español, después de tentar infructuosamente que se le reconozca sus títulos nobiliarios, considerada indigna debido a su noble genealogía inca, murió siendo un clérigo plebeyo en la propia España. Lo mismo sucedió con el cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala, quien luchó porque se le reconociera como hidalgo caballero, claro está que en esos tiempos, el título de nobleza significaba, además, ingresos económicos para una vida holgada y traía consigo grandes propiedades, privilegios y derechos a gobernar autoritariamente sin dudas ni murmuraciones.
Por eso, entre los caciques huancas, don Felipe Huacrapáucar hizo todo lo posible conseguir dicha distinción, dejando de lado a sus otros aliados, los Apoalaya y los Zurichaqui, entre otros. No sólo se trataba de ostentar un escudo nobilario, escudo que finalmente los descendientes, en un acto de dignidad reivindicativa, lo expropiamos, para uso de las poblaciones huancas plebeyas.
Y como el propio Marqués de Vargas Llosa, o Marqués de Arequipa, al conceder una entrevista a los reporteros de Radioprogramas del Perú, aclaró, con la modestia que da el saberse ganador de la máxima distinción literaria del planeta:
“Es un gesto muy cariñoso, se lo agradezco al rey y a España, y al mismo tiempo quiero decir que yo nací plebeyo y me voy a morir plebeyo”, respondió a los periodistas de Radioprogramas, cuando lo entrevistaron apenas se supo la noticia.
“Los cholos hemos llegado a la aristocracia española; es divertido ¿no es verdad? Es una sorpresa descomunal porque si algo no se me pasó jamás por la cabeza es que a mí me harían marqués”, dijo y aclaró que en la literatura no es único en recibir este título: “Hay marqueses interesantes, no todos son unos bobalicones”, y mencionó entre ellos al marqués de Sade.
Acaso se refería a los miembros de la Diputación Permanente de la Grandeza, quienes dieron a conocer su malestar porque el tratamiento de ilustrísimo se le haya otorgado a Vargas Llosa, cuando los notables escritores españoles, ganadores del Premio Cervantes y el Premio Príncipe de Asturias, no gozan del mismo trato.
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