En mis años universitarios, en Lima, caminaba por la avenida Wilson y, en un quiosco, encontré un libro que me llamó la atención: “Lo que Varguitas no dijo”. Lo firmaba la boliviana Julia Urquidi Illanes, primera esposa de Mario Vargas Llosa y, a la sazón, protagonista de “La tía Julia y el escribidor”, novela que recientemente había leído con agrado.
Como era un estudiante sin recursos, demoré mucho en comprar el libro de Julia Urquidi, pero cuando lo hice no me arrepentí. Sufrí un sacudón, un espasmo, al devorar sus primeras páginas: “Según Mario, él jamás fue celoso, fueron mis celos injustos los que nos hicieron vivir en ese infierno, y eso me lo reprochaba cruelmente. Pasaron muchas cosas, cosas con cuyo recuerdo todavía me estremezco”.
Hace poco mi amigo Max Orellana me pidió prestado el libro y, al encontrarlo, le eché una nueva mirada y volví a quedar enganchado: he andado con él durante mi largo periplo de principios de año.
Ahora que Vargas Llosa se ha situado en el pináculo de las letras mundiales, me ha sorprendido que “Lo que Varguitas no dijo” no se haya reeditado. Recuerdo mucho que en el prólogo, Julia Urquidi dice que le fue muy difícil publicar el libro porque las editoriales españolas enlazaron fuerzas para impedirlo. El libro salió, mal que bien, en 1983, en una edición barata que se vendió con un periódico de Bolivia, y no tengo idea cómo llegó a Lima (yo tengo la edición de 1989).
En fin, el libro sigue conmocionando a quien lo lee, sobre todo a aquellos que creemos conocer a Vargas Llosa a través de su obra, pues lo descalza por completo, presentándolo, lejos del famoso escritor, como un ser humano auténtico, con pasiones, celos, esperanzas, y, por supuesto, debilidades. Dice Julia Urquidi: “Tampoco deseo levantar un dedo acusador. No soy juez de nadie, soy solamente una mujer, y ustedes me ayudarán a comprender con quién viví: ¿con un marido, un amante, un primo, un sobrino o, posiblemente, un desconocido?”.
En los primeros capítulos la autora narra, en paralelo con la novela de Vargas Llosa, las secuencias del enamoramiento entre el joven escritor y la experimentada “tía” (en realidad nunca lo fue porque ella era, apenas, hermana de la esposa del tío de Vargas Llosa). Su azaroso matrimonio, su fuga, sus primeros años de dicha en Miraflores, también forman parte de estos primeros capítulos, pero desde otro punto de vista. El libro empieza a tomar distancia de “La tía Julia y el escribidor” cuando los protagonistas parten en barco a Barcelona. Estos acontecimientos no se encuentran ni en la novela ni en las memorias del escritor (“El pez en el agua”), y configuran un material fascinante que da cuenta del nacimiento de un genio literario. Sus evoluciones por Europa, sus decisiones matrimoniales (como irse a malvivir a París usando el importe que los hubiera traído al Perú), sus primeras amistades con los grandes escritores del siglo pasado, son realmente reveladores. Como reveladores son los pasajes que, incluso, desmienten a los biógrafos de Vargas Llosa: “La ciudad y los perros” empezó a escribirse en el barco que los llevaba a Europa, mucho antes de lo que todos afirman.
Conmueven en estas páginas las muestras de amor infinito de Julia Urquidi por su esposo, a quien protegió desde el principio, como cuando se despoja de lo poco que tiene para que él haga un viaje por Medio Oriente. Es por lo que ella dice: “El talento era de Mario, pero el sacrificio fue mío”.
El libro va tomando cuerpo a medida que avanza, sobre todo cuando aparece en la vida del matrimonio la sobrina carnal de Julia, Patricia Llosa, la quinceañera que terminó siendo la segunda esposa de Mario.
A partir de la mitad del libro, las sospechas y las intrigas prosperan, y asistimos a situaciones cada vez más inquietantes. Presenciamos la lenta debacle de un matrimonio malavenido, minado por las dudas, las vacilaciones, el sufrimiento, los intentos de suicidio de la protagonista. Hasta que llega el desenlace, la anagnórisis, en un monólogo que indigna.
Otro valor de la obra es la publicación de las cartas entre los actores, algunas de ellas, sobre todo las escritas por Vargas Llosa, verdaderas obras maestras del género epistolar.
El libro fue acusado de chismográfico y sin valor, y el propio Vargas Llosa reaccionó muy mal contra él, al punto que –según la autora– cortó toda comunicación con ella y le revocó los derechos de autor de “La ciudad y los perros” que le había dejado como legado del divorcio.
Como fuere, “Lo que Varguitas no dijo”, perdonando la edición pobre y mal cuidada y el tono muchas veces quejoso de la autora, es un ldocumento revelador que nos acerca a la fase más humana de nuestro admirado compatriota. Julia Urquidi murió el año pasado sin ver a Vargas Llosa recibir el premio Nobel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe tu comentario aquí.