En un principio, la sociedad norteamericana vio al “rock and roll” como una provocación al sistema establecido, y como parte de un plan comunista para sumir a la juventud en la inmoralidad. El propio Ku-Klux-Klan se lanzó contra Elvis Presley quemando sus discos, acusándolo de ser el primer blanco que cantaba como negro y de inducir a los jóvenes al sexo. Era el comienzo de la revuelta del rock, el fin de una época y el nacimiento de una nueva. Pese a todo, el “rock” se convirtió en religión y bandera de millones de jóvenes de todo el mundo. Era la primera generación libre, enteramente limpia, que puso en marcha la semilla del inconformismo en los EE.UU.
En 1955, el “rock and roll” creció con la fuerza de una avalancha y arrasó Norteamérica, después Inglaterra y Europa. Pero su triunfo no fue fácil; todos los poderes fácticos, hasta el mismo Congreso con el Senador Joseph Mc Carthy, persiguieron el fantasma del comunismo en una desaforada operación llamada “Caza de brujas”. América vivía el primer sobresalto del “miedo rojo”.
A despecho de todo, uno de los primeros éxitos de la nueva música fue “Rock around the clock” que grabó Bill Haley y sus Cometas en 1954, convirtiéndose en el himno de la nueva generación. La llegada de Elvis Presley a escena convulsionó la música: la rebeldía y la libertad se adueñaron de la juventud de los 50, y poblaron de dudas y recelos a sus padres.
En 1956, el vendaval Presley arrasó Estados Unidos y ya nadie dudaba de la envergadura del más importante fenómeno musical de todos los tiempos. Las leyes y teorías de consumo se estremecieron por primera vez, cuando los discos de Elvis se vendieron por millones. Era un reto demasiado clamoroso para que la sociedad de consumo lo ignorara. Elvis fue, en cierto modo, el comienzo y el fin de un amplio círculo. Nunca había surgido nadie que provocara en el público un sentimiento de identificación tan absoluto.
A finales del 50, una confabulación: Grandes Editoras - ASCAP (American Society of Composers, Authors and Publishers) con ayuda de congresistas llevaron el tema del “rock and roll” al más alto nivel político, desencadenando el “Escándalo Payola”: Cayó el disc-jockey Alan Freed, el creador del rock e impulsor de un sueño. Éste se basaba en: “El rock es malo, el rock no es bueno, pero se escucha por radio”. Entonces, si es malo, ¿por qué suena? La respuesta les parecía sencilla: “Porque los “disc-jockeys” cobran por poner esos condenados discos”. El ataque desaforado de las fuerzas del “bien y el orden” contra los presuntos acusados fue terrible: Cayó y murió Alan Freed, Chuck Berry fue apresado, Jerry Lee Lewis acusado de incesto e infanticidio, Gene Vincent sucumbió por otros motivos, Carl Perkins tuvo un “accidente” de coche, Little Richard dejó la música, Buddy Holly y Richie Valens fallecieron en un accidente de avión. Pérdidas irreparables para este género. ¿Coincidencia o “mano negra” del sistema? Aún hay más: Elvis se marchó al ejército, vestido de uniforme militar porque su manager, el “Coronel” Parker, hizo la más grande concesión al sistema que jamás se recuerde: entregó dos años de la vida de Elvis a “la causa”. ¿Qué rebelde con causa o sin ella, qué salvaje en potencia, acepta la pesada losa de la disciplina militar?, y a pesar de ello sus adictos le fueron fieles durante dos años, y se volcaron hacia él cuando regresó en 1960. El rock cual fénix, surge nuevamente con Elvis como su rey, y Paul Anka, Connie Francis, Bobby Darin, Brenda Lee, Bobby Vee, y muchos más como sus principales exponentes.
La convulsión americana producida por el “rock and roll”, no cesaría ni con su conversión, menos con su adulteración y declive. Así, Elvis fue la imagen y el fenómeno, Bob Dylan la voz de protesta y Los Beatles el sentimiento de largo proceso. El “rock and roll” fue, y es, una nueva forma de vivir que modeló una morfología social y estética diferente. Ahora cuenta con 57 años de vida y goza de muy buena salud.
Elvis fue, en cierto modo, el comienzo y el fin de un amplio círculo. Nunca había surgido nadie que provocara en el público un sentimiento de identificación tan absoluto.
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