sábado, 1 de enero de 2011

“En los altos infiernos”:

Obviando a los cadáveres exquisitos

Alberto Chavarría Muñoz

Solo la filosofía, la reflexión y la estética nos han aproximado, en sus preguntas y respuestas, y en las imágenes poéticas, a esa esencialidad que podríamos denominar el sentido de lo humano.

Sobre esto último trata de discernir, poéticamente, Ariel Marzal. Su búsqueda engarza la filosofía con la estética. Sus constataciones se tornan preguntas y sus respuestas se realizan como imágenes y símbolos líricos. En el desarrollo de sus poemas Marzal pareciera decirnos, al tono del simbolismo baudelariano, nada de edulcoramientos al mirar el sino de los hombres y mujeres, nada de autocomplacencias. Las travesías humanas son viajes para recoger la vitalidad que se pierde con la muerte, son destinos agónicos que intentan desbaratar la fragilidad del ser.

Se juega su propio destino al mostrar lo que le toca en este reparto de humanismos desgajados, destruidos, prisioneros y desesperanzadores.

El discurrir filosófico que plantea Ariel Marzal busca ajustar cuentas con la filosofía medieval o cristiana, que ha construido una visión desgraciada del ser humano, sin posibilidades de salir del hoyo en que nos metieron Adán y Eva. Este poemario nos hacer recorrer, en una travesía dolorosa, infernal, el camino humano desde la perspectiva del ser que no comprende su destino, del que no acepta su condición, del que está llagado por el sufrimiento, del cristo que se repite en cada uno de los hombres y mujeres que pueblan la tierra, del que siente que la nada es su rumbo y que la nada es su destino.

Uno podría preguntarse sobre el por qué de la visión desoladora de Ariel Marzal. Si ella es real o es la ficción que permite atisbar el alma humana. También podría preguntarse cuáles son las hondas soledades que anidan en el corazón del poeta. Como vemos, la poesía es el sustento de la filosofía. La estética es la savia que llena, por ahora y en este poemario, la reflexión sobre la condición humana. Como buen poeta que filosofa, o filósofo que poetiza, deja más preguntas que respuestas. Lo que indica la calidad del poemario.

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