Enrique Ortiz Palacios
Cada vez
que en los colegios se discute el famoso plan lector (entiéndase como la
preocupación de los profesores por plantear una lista de autores que los
estudiantes están “obligados” a leer), se incurre en tremendos equívocos, y muy
pocas veces en aciertos, tal vez por desconocimiento, desidia o lo que es peor,
por falta de una preparación adecuada o simplemente por la carencia de hábitos
de lectura entre nosotros los adultos.
Por
ejemplo, se cree que lo que nos fascinó en nuestra mocedad, le agradará de la
misma manera a los muchachos de ahora —fanáticos del “Tablet”—, por eso cuando
Juanito le pregunta a su profesor que obras leerá en el plan lector, no es raro
escuchar nombres como “La divina comedia”, “El cantar del Mio Cid”, “Platero y
yo” o “Mujercitas”; y con ello no quiero decir que esos libros ya pasaron de
moda o que son malos, todo lo contrario, tienen la marca de la excelencia.
Sin embargo, a esos fabulosos textos llegarán en la
medida que los enamoremos de los libros. A los chicos les encanta el género del
terror, la aventura, el romance o el misterio, y lo comprobamos con las ventas
millonarias de los creadores de “Harry Potter”, “Eclipse”, “El código da
Vinci”, “Crónicas de Narnia”, “El señor de los anillos” y otros.
A la
propuesta de lectura del Gobierno Regional de Junín de dos magníficos autores
sería bueno agregar otra; de escritores que circunscriben sus temas a nuestro
ámbito geopolítico, ya que si queremos que nuestro patrimonio cultural regional
se convierta en patrimonio de la humanidad debemos difundirlo y para ello
tenemos que conocerlo, leerlo. De lo contrario, perderemos lo que es vital para
la supervivencia de las naciones: la identidad.
Por ello
proponemos a los siguientes autores, tomando en cuenta la cierta facilidad para
hallarlos: “Prestadito nomás” de César Alfaro Gilvonio, “Dos árboles y otras formas
de internarse en la niebla” de Augusto Effio Ordóñez, “The Cure en Huancayo” y
“Ojos de pez abisal” de Ulises Gutiérrez Llantoy, “La casita de cedrón” de José
Oregón, “El unicornio” (estos agrupados en la colección Cuentos Completos) de
Edgardo Rivera Martínez, “Dos relatos amargos” de Ernesto Ramos Berrospi, y
“Cuentan los abuelos” de Héctor Curisinche.
Debemos
aclarar que casi no existen textos para niños, salvo contadas excepciones como
“La cabrita glotona” de Cirilo López Salvatierra, además se debería incidir en
la lectura del libro “Lecturas huancas” y rescatar del casi olvido, y si es
posible reeditar, “La montaña azul” de Elsa Herrera.
Recordemos
que las civilizaciones perduran no solo por los fuertes puentes que se
construyen o por la pachamanca más grande del mundo que se cocina, sino por los
libros que se escriben.
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