martes, 24 de julio de 2012

En busca de mi identidad


Enrique Ortiz Palacios





            Cada vez que en los colegios se discute el famoso plan lector (entiéndase como la preocupación de los profesores por plantear una lista de autores que los estudiantes están “obligados” a leer), se incurre en tremendos equívocos, y muy pocas veces en aciertos, tal vez por desconocimiento, desidia o lo que es peor, por falta de una preparación adecuada o simplemente por la carencia de hábitos de lectura entre nosotros los adultos.
            Por ejemplo, se cree que lo que nos fascinó en nuestra mocedad, le agradará de la misma manera a los muchachos de ahora —fanáticos del “Tablet”—, por eso cuando Juanito le pregunta a su profesor que obras leerá en el plan lector, no es raro escuchar nombres como “La divina comedia”, “El cantar del Mio Cid”, “Platero y yo” o “Mujercitas”; y con ello no quiero decir que esos libros ya pasaron de moda o que son malos, todo lo contrario, tienen la marca de la excelencia.
Sin embargo, a esos fabulosos textos llegarán en la medida que los enamoremos de los libros. A los chicos les encanta el género del terror, la aventura, el romance o el misterio, y lo comprobamos con las ventas millonarias de los creadores de “Harry Potter”, “Eclipse”, “El código da Vinci”, “Crónicas de Narnia”, “El señor de los anillos” y otros.
            A la propuesta de lectura del Gobierno Regional de Junín de dos magníficos autores sería bueno agregar otra; de escritores que circunscriben sus temas a nuestro ámbito geopolítico, ya que si queremos que nuestro patrimonio cultural regional se convierta en patrimonio de la humanidad debemos difundirlo y para ello tenemos que conocerlo, leerlo. De lo contrario, perderemos lo que es vital para la supervivencia de las naciones: la identidad.
            Por ello proponemos a los siguientes autores, tomando en cuenta la cierta facilidad para hallarlos: “Prestadito nomás” de César Alfaro Gilvonio, “Dos árboles y otras formas de internarse en la niebla” de Augusto Effio Ordóñez, “The Cure en Huancayo” y “Ojos de pez abisal” de Ulises Gutiérrez Llantoy, “La casita de cedrón” de José Oregón, “El unicornio” (estos agrupados en la colección Cuentos Completos) de Edgardo Rivera Martínez, “Dos relatos amargos” de Ernesto Ramos Berrospi, y “Cuentan los abuelos” de Héctor Curisinche.
            Debemos aclarar que casi no existen textos para niños, salvo contadas excepciones como “La cabrita glotona” de Cirilo López Salvatierra, además se debería incidir en la lectura del libro “Lecturas huancas” y rescatar del casi olvido, y si es posible reeditar, “La montaña azul” de Elsa Herrera.
            Recordemos que las civilizaciones perduran no solo por los fuertes puentes que se construyen o por la pachamanca más grande del mundo que se cocina, sino por los libros que se escriben.

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