Enrique Ortiz Palacios
En abril de 1996, apareció por primera
vez la revista “Cascadas”. Han pasado casi diecisiete años de ello y, aunque no
se haya cumplido el objetivo de ser una publicación bimestral, ha persistido en
el intento de «cubrir un inmenso vacío en la literatura de Junín».
Tengo entre mis manos la número 19, y
en ella aparecen escritores como Cortázar y su tan poco conocido poema “Romance
de los vanos encuentros”, algunos textos del desaparecido Julio César Alfaro, o
el cuento “Había una vez un reloj” del tarmeño Blas Puente Baldoceda que, hasta
donde sabemos, es profesor de la Universidad Northem Kentucky USA.
Esta publicación nos entera del
trabajo que realizan muchos huancaínos o juninenses, fuera de la patria.
También recuerda al tormentoso Enrique Contreras con tres de sus cuentos.
Conocí a su director a propósito de la
publicación de mi primer libro de poemas. Mucho tiempo ha transcurrido y a
pesar de mi ostracismo o exclusión voluntaria de los círculos literarios, hemos
mantenido una respetuosa y amena amistad que se ha ido fortificando a través de
los sueños y proyectos, a veces utópicos, por hacer que esta ciudad se
convierta en lo que alguna vez fue también el deseo de Manuel Baquerizo: una
ciudad letrada.
Aunque “Cascadas” no ha tenido la
difusión y el impacto que sí tuvieron, por ejemplo, “Ciudad Letrada” y más
tarde “Caballo de fuego”, ha logrado, con creces, difundir a autores de
diferentes corrientes, ideologías o grupos, sin recurrir a la malsana costumbre
de pedir “auspicios” ni dinero para ser incluidos.
Solo anhelo que su director, Cirilo
López Salvatierra, siga bregando y no desista de esta labor tan encomiable por
difundir la cultura, y se anime a devolverle la vida a su editorial “Ramada del
búho” para que más jóvenes, e impetuosos escritores, sigan con una tradición
que hace más humanos a los humanos: escribir con el corazón.
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