Gerardo
Garcíarosales
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Foto: Ricardo Rodríguez Zegarra |
Todo empezó el último día de fin de
año, cuando los niños de la escuelita situada en «un lugar de la mancha, de
cuyo nombre no quiero acordarme», decidieron participar en la gran fiesta de
los santos: San Pilsen y San Cristal.
Estos “urupatitas” eran los
estudiantes más sobresalientes de dicho plantel, pues habían aprobado el año
con las más altas notas, sin pagos ni sobornos; además, tenían todo el derecho
en participar de sus fiestas patronales, tal como hacen los niños en Estocolmo,
la Patagonía, Chinchán, Beirut, Conopa o Madagascar.
Y por fin llegó la famosa fiesta. Día
significativo para el recuerdo, pues nunca se había visto a tantos “urupatas”
vistiendo sus mejores indumentarias, como lo habían hecho sus abuelos. Cada uno
llevaba un “regalo sorpresa”.
Entre los integrantes de la cuadrilla
habían nietos, bisnietos, tataranietos, de los más notables “chutos” que han
existido en estas tierras de “cullucaras”; además, tenían el apoyo y protección
de esa población que echó al tacho de basura la prepotencia de “Vladimir I, Rey
de Tercovia”, quien pretende llevar nuestras sabrosas papas al Brasil, por vía
aérea, país que nunca ha incluido en su dieta, precisamente, este tubérculo.
Al son de la cadenciosa orquesta
“Fuerza Rajatabla 2012” ,
la cuadrilla de “Urupatas” salió de su escuela danzando «con ese garbo y
elegancia que solo es propio de los jaujinos». Avanzó elegantemente rumbo a la
plaza de armas, y fue tanta la sorpresa que originó la presencia de esta
cuadrilla de niños, que el alcalde de la provincia, don Sabor Mayino, suspendió
la sesión de su junta de mudos, y los esperó emocionado con sus cohechados,
advenedizos, come echados o come arrodillados, que es lo mismo cuando se trata
de subirse a la carcocha temporal de la política.
El alcalde los vio acercarse y pensó:
«Es la oportunidad para demostrar mi cultura y sabiduría», y ordenó que
abriesen las puertas del municipio de par en par, e invitó a los “urupatitas” a
pasar al salón consistorial.
Cuando acabó el incomprensible
discurso de don Sabor Mayino, y el agasajo respectivo, los pequeñuelos fueron
dejando sobre la mesa de sesiones, los regalos preparados para tan “correcto y
desprendido” personaje.
Una vez que los niños se alejaron
rumbo a la fiesta, Sabor Mayino y sus galifardos, empezaron a abrir los
regalos.
¡Oh sorpresa! Cada regalo era una
bacinica usada por estos niños en su escuelita, pero ¡a medio limpiar!, como
protesta por el millón y medio de soles —destinados a la construcción de los
baños de su plantel— que Sabor Mayino y su junta de “uruputos” habían donado a
Vladimir I, “Rey de Tercovia”, para su Huanca York, lo cual demuestra la oscura
complicidad de este gobernante y Sabor Mayino.
Mas, cuando los “urupatitas” llegaron
a la plaza de Yauyos, empezó un diluvio universal de aplausos, discursos,
cuetes, chocolates, butifarras y gaseosas, pues estos niños, sin temor a nada,
se enfrentaron a los politicastros con sus «bacinicas a medio limpiar», porque
la proletaria escuelita adolecía de “Pichi Room” propio.
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