lunes, 2 de agosto de 2010

Entrevista exclusiva a Susana Baca

(Edición Nº 324 del 31 de julio de 2010)

Habla la diosa de ébano

Sandro Bossio Suárez

La rubia Catalina Villa, periodista cultural de “El País” de Cali, me ha acompañado a la entrevista y lanza la primera pregunta. Susana Baca, serena como una estatuilla de abenuz, se acomoda la estola para proteger sus hombros del roce del viento de la tarde. El hotel bulle, la gente va y viene, la belleza de las “paisas” me distrae, pero ahí está la voz suave, maravillosa de Susana Baca asentándome de nuevo en el mundo. Medellín nos ofrece el mejor regalo: conversar con ella.
Susana, mirando de lejos, ¿te cambió la vida el Grammy?
No. Yo sigo siendo igual, sigo cantando, investigando, amando mi cultura. Recuerdo que el 2002, cuando salió la noticia del Grammy, yo estaba de gira en los Estados Unidos y en cuanto se anunció todo se volvió un desbarajuste. Me llamaban de todos los periódicos, de todos los canales, de todos los países. El Grammy, curiosamente, sirvió para que en mi propio país me reconocieran. Yo ya había ganado espacio en el mundo, desde que David Byrne grabó mi álbum en 1995, pero en el Perú todavía no me aceptaban. Tuve que ganar el Grammy para que me aceptaran.

Pero ya antes la propia Chabuca Granda había reconocido tu talento.
Sí, ella me quería mucho. Cuando me escuchó cantar sus canciones me recibió con los brazos abiertos y hasta dijo que yo podía entrar en su casa en cualquier momento, cuando estuviera ella o no. De ella aprendí que la música es poesía. Por eso el ingrediente infaltable en mis canciones es la poesía. Neruda, Vallejo, Darío están presentes en mi música. La canción “María Landó” es un homenaje a esta etapa de mi vida, porque tiene las letras del poeta César Calvo y la música de Chabuca Granda.

Eres una incansable investigadora de la cultura afroperuana. ¿Qué de nuevo has encontrado?
Muchas cosas. Cada vez me sorprende más cómo la cultura afroperuana ha arraigado en el país. En todo, en la historia, en la música, en la literatura. Ahora me he enfocado a sus aportes a la gastronomía peruana. No te imaginas la cantidad de contribuciones de la cultura afroperuana a nuestra comida.

¿Y sigue la segregación?
Sí, todavía, pero ya se ha avanzado con respecto a ese tema, incluso legalmente. Y fue de tanto asistir a las universidades, de tanto dar conferencias, de tanto reunirnos con los ministros.

¿Acaso tú también fuiste víctima de esa segregación?
Sí, cuando era niña no me eligieron para bailar en el grupo del colegio por ser negra. Mi madre era una mujer muy buena, pero sabía cómo eran las cosas, era realista. Por eso cuando le conté me dijo: “No te queda más que luchar para ser alguien en la vida porque eres negra y pobre”. Eso lo tuve muy presente y luché mucho para conseguirlo. Sin embargo, pese a haber estudiado y trabajado mucho, fue mi voz la que me sacó de la miseria. Eso es lo que yo le digo a todos. Los afroperuanos tenemos talento, tenemos historia, tenemos muchas cosas de las que debemos sentirnos orgullosos.

Y por eso empezaste a estudiar la cultura afroperuana. ¿Cómo decidiste hacerlo?
Gracias a mi amigo Nicomedes Santa Cruz y al historiador Juan José Vega. Estábamos en una reunión y Juan José le dijo a Nicomedes que era una pena que los afroperuanos no supieran nada de su historia. “Pero aquí hay alguien que sí sabe”, le dijo señalándome. Yo, la verdad, había empezado a leer sobre nuestro pasado, sobre la esclavitud, sobre nuestra cultura y, aunque no sabía mucho, ya manejaba información. Desde entonces empecé a recorrer los pueblos de la costa en busca de historias, de música, de canciones, y he ido recogiendo todo eso recorriendo más de 600 kilómetros. Yo soy profesora de niños, pero he aprendido de antropología, de etnología, de antropografía gracias a mis viajes. Poco a poco con mi esposo, que es sociólogo, logramos recursos y donaciones, y así en 1992 pudimos fundar el Instituto Negro Continuo que sigue creciendo. Ahora viajo por las universidades del mundo dando conferencias sobre lo que hemos rescatado. También trabajamos con el Centro Experimental y de Investigación Musical para jóvenes.

Hablas con mucho cariño de Nicomedes Santa Cruz.
Claro, fue un embajador de nuestra cultura afrodescendiente. Un hombre muy preocupado por difundir esto. Gracias a él se empezó a tomar en serio nuestra cultura. Pero también hay otros cultores de lo afroperuano en el país. Están, por ejemplo, López Albújar, Gálvez Ronceros. De aquí de Colombia también he leído a Calendario Obeso, ese gran poeta de los negros, del siglo XIX.

¿Cómo ves la cultura en general en el Perú?
Nos faltan políticas y costumbres culturales. Imagínate, la delegación oficial del Perú para el III Congreso de Cultura Iberoamericana está conformada por mí y por el agregado cultural de la embajada peruana. Es una vergüenza que solo estemos los dos cuando los otros países han venido en grupos oficiales de quince, dieciocho, veinte personas. Argentina, Chile, Cuba han enviado a sus pintores, artesanos, músicos, escultores… Nosotros tenemos artistas muy valiosos, pero no tenemos representación.

Finalmente, ¿qué opinas de la creación del Ministerio de Cultura del Perú?
Que debió haberse hecho hace mucho tiempo. Ahora que vamos a tener un ministerio para administrar la cultura quisiera que se le provea de todos los recursos, que tenga local, personal, presupuesto. Ya hemos visto lo que ha pasado con el Ministerio del Ambiente, muerto desde que nació. Me parece penoso que se esté preguntando si debe o no debe haber un Ministerio de Cultura. ¡Es obvio que debió crearse hace mucho tiempo! Yo he estado todos estos días con Paula Moreno Zapata, la inteligentísima ministra de cultura de Colombia, y me ha contado cómo están logrando pacificar este país sólo con planes y políticas culturales. Tenemos que aprender mucho de ella.

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