lunes, 2 de agosto de 2010

Juan Santos Atahualpa

(Edición Nº 324 del 31 de julio de 2010)

La gesta del rebelde

José Oregón Morales.

“Tuve como techo el arco iris
Y en mi sangre llevé el pulso de la lluvia

Burlón fui y así vencí en la guerra…(*)

En el preciso momento que ciento cincuenta estudiantes “pichánanos” iniciaban la representación de “La Rebelión de Juan Santos Atahualpa”, en las playas de Puerto Pichanaki, el dios Tulumanya enmarcó los cielos con los siete colores espléndidos de su espectro, los truenos secos impertinentes de junio conmovieron los montes; Illareck, semidiós de la luz, iluminó verticalmente la tierra y una gran tormenta empapó al pueblo y sus actores.
Jóvenes natívos de Bajo Aldea escenificaron la rebeldía de las asháninkas contra los trabajos forzados de obrajes y minerías. Sublime inmolación del Cacique Santabangori y todos sus guerreros en la primera batalla contra el ejército español de Benito Troncoso, Gobernador, Capitán General y Justicia Mayor de la Frontera de Jauja y Tarma. ¡Vaya poder!
Vendría después la rebelión en ascenso, con un Juan Santos táctico y estratégico que unificó a los irreconciliables ashánincas, simirinches, conibos, amueshas, shipibos, amages y hombres rudos del Cerro de La Sal y del Gran Pajonal. Aquél que logró la alianza histórica de los serranos antis, chankas, porqras y huancas que como ríos humanos acudieron a engrosar los ejércitos rebeldes de la selva. El Capitán español Fabricio Bártuli fue el primero en pagar con su vida los primeros arrastres de la guerra independentista. Juan Santos no fue un vulgar carnicero; le otorgó un plazo de cuarenta días para abandonar Quimiri dejando sus armas de fuego para evitar un inútil derramamiento de sangre. Bártuli, fiel a su raza española, fiel a la Corona de los Reyes Católicos, presentó batalla y murió al lado de todos sus soldados.
A este triunfo se sumaron otros formidables en la Campaña del Eneno donde los Caciques Mateo de Assia y Antonio Gatica vengaron con creces la heroica muerte de Santabangori y sus nativos. Benito Troncoso resguardado por algunos sobrevivientes españoles fugó a Tarma, refugio para masticar su derrota.

“Bullen aún en sus limos repetidos Mis legiones de amueshas, ashaningas, piros, Quechuas, negros y mestizos Con quienes mastiqué la dulce hoja de la coca. Nunca me separen de ellos, Ganaron mil batallas y otras tantas los esperan.

El Rey de España, temeroso de perder su colonia, asignó dos mil pesetas de oro para matar a Juan Santos. Ordenó que el Conde de Superunda trasladara su ejército de Chile para aplastar a los indios rebeldes. El Corregidor Alfonso Santa encabezó el poderío militar de 200 españoles armados con arcabuces, cuatro cañones, cuatro pedreros y cuatrocientos indios cargueros en una campaña destinada a borrar de la faz de la tierra a Juan Santos y los insurrectos. A estos se unió el tristemente célebre indio traidor Quintimari y sus flecheros para la batalla final de Quimiri.

“…. no me exalten ni hagan poesía con mi gesta. Sólo digan que fui un hombre como todos Y me gustó la vida con sus flores apacibles.

Los españoles escuchaban voces, percibían el aire atravesado por el silbido de las flechas y caían muertos uno a uno sin saber de qué lado venía la parca. Una perfecta estrategia de guerra de guerrillas planificada por Juan Santos. Y la batalla final; sólo una decena de españoles agonizantes alcanzó en su huida el refugio de siempre: Tarma y Jauja. ¿Dónde están los monumentos a los verdaderos libertadores de la patria? ¡Silencio! La historia oficial del Perú es de los militares, la historia oficial es la de los héroes de barro.

“Ellos, los Bolívar, Sucre, La Mar, Santa Cruz Y todos los demás ganaron sus guerras Y nosotros las heridas…”

Para la eternidad, al igual que Manco Inca, tenemos la efigie final de un Juan Santos jamás vencido, irguiendo el puño libertario entre las montañas de nuestra selva central.
Finalmente, firmes todos, pueblo pichánano y actores soportando sobre sus espaldas la tormenta lluviosa enviada por Juan Santos, sus ojos fulgurantes en el illareck resplandeciente rasgando la negrura de la tarde. ¡Estos son mis hijos, mi memoria” . Habría dicho.

“Cuando vean flecos de niebla o fumarola
Sobre el Cerro de la Sal. Verán mis restos.
Recuerden entonces que nombrado fui
Apu Inca Huayna Cápac Jesús Sacramentado
Juan Santos Atahualpa Gaspar Melchor y Baltazar
Hijo del Padre y Rey Absoluto de la América.”


(*) Todos los versos corresponden a “Cementerio General” de Tulio Mora (Lluvia Editores, junio de 1994.)

3 comentarios:

  1. Juan Santos Atahualpa, eres grande entre los grandes. Dicen de que solo unos cuantos acabalgados subyugaron a todo un imperio. Falso, no nos rendimos asì no màs. Manco Inca, ¨Tupac Amaru y nuestro gran Juan Santos emprendieron la larga y digna resistencia.
    Por mi parte, cuando fui a trabajar a la selva central, me preocupaba saber cual era la ruta por donde anduvo Juan el Itomi paba (Inca Rey), tanto preguntè por èl, que nuestros hermanos nativos de las profundidades terminaron poniéndome el apodo de Itomi paba.
    Felicitaciones amigo José Oregón Morales, cada vez somos màs conscientes de nuestros héroes populares, que son dignos de compararlos con los capitanes y generales romanos de la época clásica.

    marquez36@hotmail.com

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  2. La sublevación de Juan Santos, una de las más importantes de las poblaciones indígenas de las selvas sudamericanas, refleja un estado de saturación alcanzado por las culturas nativas maltratadas y ofendidas en sus más hondas tradiciones. La clara conciencia de que el creciente avance e intromisión siempre mayor de los blancos y mestizos en sus territorios es la causa principal de su decaimiento cultural y de su lenta agonía física encuentra su expresión en una esperanza mesiánica encarnada en la figura de Juan Santos Atahualpa (XXXVIII Congreso de Americanistas, Mar del Plata, 1966), quien con su rebelión triunfante, que recibía adhesiones de todas las tribus, incluso de indígenas serranos, españoles y mestizos pobres, mantuvo cerrados los territorios de toda la Selva Central por más de un siglo dando nacimiento a la falsa imagen del nativo como guerrero temible y sanguinario, que ignora toda manifestación humanitaria y que desconoce la piedad filial. Una leyenda negra cuyo fundamento es el encono criado en la derrota y en el orgullo ofendido, trasluciendo rencor y temor por el nativo libre y rebelde que ha conquistado su independencia. Es necesario destacar que la recuperación de los territorios indígenas, lejos de significar el rechazo de los aportes que habían traído los europeos, se potenció con la adopción de algunos de ellos, manteniendo las herrerías próximas al Cerro de la Sal, continuando el cultivo de cítricos, caña de azúcar, etc. y prosiguiendo con la crianza de ganado; propiciando de ésta manera un desarrollo autónomo y auto determinado por las etnias de la Selva Central.

    Ahora cabe la pregunta... Cuando será reconocido Juan Santos Atahualpa y los nativos de la selva como los primeros precursores de nuestra Independencia? Acaso seguiremos por siempre el juego a los historiadores hispanos que trataron de minimizar su epopeya?
    Estoy harto de rendir culto a héroes fracasados que no ganaron ninguna guerra...

    Cuando hacía, allá por el año de 1997, el documental de Atalaya, hice amistad con su entonces alcalde Don Luis Villacorta quien fue un convencido de la grandeza de Juan Santos y mandó construir la hermosa estatua que hoy adorna la plaza principal de esa bella ciudad. Gracias Don Lucho, ojalá otras autoridades, siquiera una vez en su vida, lean la historia de este verdadero héroe y le rindan el homenaje que merece.

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  3. cuales fueron sus aportes culturales de juan santos atahualpa!!

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