jueves, 6 de octubre de 2011

Antonio Tabucchi, “Sostiene Pereira”

Esa oculta pasión por la libertad
Juan Carlos Suárez Revollar

Contextualizada en la dictadura semifascista de Oliveiro Salazar, “Sostiene Pereira” (1994), del italiano Antonio Tabucchi (Pisa, 1943), es una novela política —acaso la mejor de las dos últimas décadas—, y un valioso documento sobre la represión a las libertades del individuo —a través de los ciudadanos que espiaban a sus vecinos y eran confidentes de la policía salazarista, por ejemplo— durante el “Estado Novo”, que mantuvo sometido a Portugal por más de cincuenta años.
La narración es peculiar: está construida en forma de declaración, donde un anónimo interrogador deja constancia por escrito de aquella verdad que Pereira “sostiene”: su historia, en la Lisboa de 1938, seguramente acusado de algo (este dato queda oculto hasta el final de la novela). A través de ese peculiar personaje velado que hace de narrador, hay fragmentos en que el autor interviene con opiniones y juicios.
Pereira es un personaje solitario, resignado, indiferente y apolítico. Guarda una maniática fidelidad por su esposa muerta, a cuyo retrato habla y hasta hace consultas. En la página cultural de un periodiquito al servicio del régimen que está a su cargo —el “Lisboa”—, se ha convertido en poco menos que un elemento inofensivo, meramente decorativo, que trabaja desde su casa. Su mayor acto de sedición se limita a traducir y publicar a Maupassant y a Balzac, autores cuasivetados solo por ser franceses.
El elemento de quiebre se da con la aparición de Monteiro Rossi, un joven al que Pereira contrata para ser su asistente como redactor de necrológicas (obituarios adelantados), pero que, de manera misteriosa, y en complicidad con su encantadora noviecita (más bien influido por ella), tiene una activa militancia política de lucha contra el régimen. Pereira se asume, sin buscarlo, como protector de este joven, cuyo ardor político lo perturba y exaspera, pero a quien nunca despide pese a su flagrante incompetencia. No quiere reconocer que hay una suerte de complicidad entre ambos —se establece una difusa relación padre-hijo—, y por eso su acto final parece ser un ajuste de cuentas con el régimen.
El apoliticismo de Pereira es solo aparente. Si bien intenta ser neutral, el régimen lo asquea, aunque se cuida de guardárselo para evitar complicaciones. Entonces la novela, más que el relato de un cambio en su postura política, es el de su paso de la apatía y pasividad a una activa participación política “en contra de un sistema cuya asfixiante coerción y crueldad se le acaban de revelar, y arriesga en ello su libertad y, acaso, la vida” (Mario Vargas Llosa, “Héroe sin atributos”). Ese cambio no llega solo. También va abandonando, en aquel proceso, el recuerdo de la esposa muerta, así como muchas de sus antiguas costumbres.
Sin ser una novela militante —como la mayor parte de la literatura soviética de propaganda: desde Gorki hasta Ostrovski—, “Sostiene Pereira” es el mejor ejemplo de que la buena literatura no tiene por qué ser apolítica y, más bien, contener un profundo discurso libertario sin estropear por eso su alcance artístico. Al fin y al cabo, la pasión por la libertad puede estar a flor de piel o, como en Pereira, oculta, pero lista para actuar en el momento justo.



Antonio Tabucchi (Italia, 1943).
“Sostiene Pereira” es el mejor ejemplo de que la buena literatura no tiene por qué ser apolítica y, más bien, contener un profundo discurso libertario.

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