Marco Villavicencio La Rosa
Huancayo, a largo del tiempo, ha sido ferviente testigo del cambio de su gente, ha visto sus costumbres transformarse, su vestimenta transfigurarse, su comida fusionarse con otras, sus calles colmarse de gigantes de cemento; incluso ha contemplado cómo algunas de sus tradiciones de a pocos se han ido extinguiendo.
El valle del Mantaro es una fiesta, su riqueza de atuendos son muestra de ello, al igual que de bailes y danzas cargadas de magníficas alegorías, trajes festivos que no contienen para nada su desmesura, místicas flores que se vuelcan en bordados sobre lienzos de pana y terciopelo, teatrales máscaras, algunas veces bellas y otras preciosamente grotescas, encajes barrocos, fustanes almidonados, sombreros, mantas y demás gracias.
Los vestidos que en algún lejano pasado embellecían a la mujer huanca, no son los que ahora plagan con su sobrecarga de colores vibrantes y ostentosos volúmenes las danzas de nuestro valle; tampoco son los atuendos tradicionales que llevan orgullosas las mujeres del campo. A pesar de todo, las distintas vestimentas huancas han trazado una continuidad en el tiempo, pero acoplando a ello valores culturales ajenos.
La antropóloga María Teresa (más conocida como Maite) del Pino sostiene que la llegada de la moda europea influyó en la nuestra para, posteriormente, devenir en una condensación especial, concreta y diferente, según cada localidad. «Cada pueblo tiene su particularidad, puede ser influenciado por otros, pero siempre conservará rasgos propios», precisa.
Señala también que es imposible mantener inalterable, a través del tiempo, la composición y estructura de la vestimenta huanca como la conocemos hoy en día, puesto que la cultura se mueve contantemente, intentando quizá adaptarse a los nuevos conceptos: «La cultura no es estática, evoluciona y se despliega hacia nuevos horizontes».
Para ella resulta difícil resumir el potencial y la majestuosidad de nuestra tierra, y por ello es mejor que «hagamos que esta riqueza no se quede escondida entre las montañas que circundan. El Valle del Mantaro, hagamos que se propaguen por todo el Perú, para después salir en conquista del mundo entero». Así opina Maite del Pino.
Revalorar nuestra identidad es importante, fomentarla y fortalecerla es vital. ¿Pero cómo podría nuestra vestimenta trascender los límites de lo tradicional?, es en este punto donde el imaginario de nuestros artistas entra en escena. Cuando dos fuerzas poderosas como la tradición y la innovación se encuentran, solo lo extraordinario puede suceder. Otra buena conocedora de esta premisa es la diseñadora Sandy Robladillo, quien manifiesta que a través de la estilización, el manejo de texturas, la reestructuración de patrones y el acoplo de ideas, nuestros vestidos y vestuarios tradicionales pueden llegar a convertirse en nuevas obras de arte, ofreciéndonos así, un colosal abanico de nuevas posibilidades.
Es esta, nuestra extraordinaria capacidad creadora, la que deja al descubierto nuevos caminos inexplorados para todo aquel aventurero que pretenda salvar nuestra identidad y convertir estas quimeras en obras vivientes que no mueran con el pasar del tiempo.
Quizá dentro de un tiempo, las calles de las principales ciudades del mundo se conviertan en pasarelas, donde avancen imponentes, hombres y mujeres, engalanados con prendas que exhalen, a cada paso, el mágico espíritu de nuestra cultura huanca.
Cuando dos fuerzas poderosas como la tradición y la innovación se encuentran, solo lo extraordinario puede suceder.
Luis Cárdenas Raschio
Antropóloga Maite del Pino
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