sábado, 24 de julio de 2010

Especial Saramago (1)


(Edición 319 del 26 de junio de 2010)



Especial desde Madrid para “Solo 4”:

Hasta siempre, Saramago

Carlos Villanes Cairo

El 2 de julio de 2001, José Saramago tenía que presentar, a mediodía, nuestra edición crítica de “El mundo es ancho y ajeno” en Madrid, y él estaba en Lisboa desde hacía una semana. Fiel a su palabra, llegó a la 11 en punto de la mañana al aeropuerto de Barajas de la capital de España y una hora después presidía el acto en la Casa de América de la Plaza de Las Cibeles.
De Rosendo Maqui, el célebre protagonista de la gran novela de Ciro Alegría, dijo que se parecía mucho a Don Quijote y que la pobreza en el mundo necesitaba caballeros que a falta de adarga y escudero esgrimieran las lanzas, y los puños cuando fuese necesario.
En agosto de 1996, cuando le conocimos en su casa de la isla de Lanzarote, nos confesó que deseaba visitar el Perú y pasear por Machu Picchu. Dos años después, fue el primer portugués en recibir el Premio Nobel, y también cumplió sus sueños de viajero. Dijo que aquello era una maravilla y sólo el genio de una raza milenaria y sabia, como la inca, podía haber construido un monumento de piedra en la parte más empinada de una montaña, rodeada de abismos.
Sobrevoló dos veces Machu Picchu, en helicóptero, y luego lo recorrió, escalón a escalón, durante varias horas.
El viernes 18, a la una de tarde, hora de España, José Saramago, el gran novelista luso, buen amigo del Perú y su maravillosa cultura prehispánica, murió víctima de una leucemia perniciosa en su casa, en el distrito de Tías de la isla de Lanzarote, ubicada en una pequeña colina desde donde divisaba el mar todas las mañanas, en compañía de su esposa Pilar del Río y sus cuatro mascotas, unos perros pequeños y juguetones.

DE CERRAJERO A ESCRITOR
Hijo de campesinos pobres, José Saramago nació en Azinhaga, el 16 de noviembre de 1922. Se trasladó a Lisboa para estudiar la primaria en una escuela fiscal y cuando empezaba el bachillerato, por falta de dinero, prefirió seguir el oficio de mecánico cerrajero que lo terminó 5 años después y lo ejerció durante 2 años, entre la chatarrería de un garaje. Sin embargo, descubrió los libros y empezó a leerlos, todos los días, en la biblioteca, aprovechando cualquier momento libre. Estudió literatura, por su cuenta, con verdadera pasión, sin la ayuda ni el consejo de nadie. “Fueron mi gran curiosidad y mi voluntad de aprender las que me llevaron a escribir”, nos dijo.
José Saramago, ante todo, es el gran escritor que antepuso la ética a su estética, su compromiso humano y moral ante cualquier otra alternativa del pensamiento, y se mantuvo fiel a sus convicciones políticas contra las posturas y disfraces que, algunas veces, toman el progresismo mundial en nombre de los débiles, desposeídos o seudo revolucionarios. Fue un señor de la amistad y predicó con el ejemplo.


SOLIDARIO CON EL PERÚ
Cuando al hoy reo, Alberto Fujimori, y por entonces presidente del Perú, se le entregó la golosina de nacionalizar elementos estratégicos del país, José Saramago, el 1 de septiembre de 1995, escribió: “viene la noticia de que va a ser presentada al Parlamento peruano una nueva ley de turismo que contempla la posibilidad de entregar la explotación de zonas arqueológicas importantes como Machu Picchu y la ciudadela preincaica de Chan Chan a empresas privadas mediante concurso internacional. ‘Clarín’ llama a esto ‘la loca carrera privatista de Fujimori’. A mí me parece bien, que se privatice Machu Picchu, que se privatice Chan Chan, que se privatice la Capilla Sixtina , que se privatice el Parthenón… que se privatice la Cordillera de los Andes… que se privatice todo… que se privatice la justicia y la ley… entréguese de una vez por todas la explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí se encuentra la salvación del mundo… Y, metidos en esto, que se privatice también la puta que los parió a todos.”
Visitó nuestro país en varias oportunidades y su solidaridad no tuvo fronteras. Aun ya muy anciano y enfermo, ”algo cascado”, decía él, jamás dejó de asistir a una cita en los lugares más remotos del mundo, cuando alguna causa justa y noble, le reclamaba.

José Saramago y Carlos Villanes en Lanzarote.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario aquí.