jueves, 22 de julio de 2010

Perfume de mujer

Apagó la luz cenital, dejando sólo la del velador, y se acabó de desnudar y se metió en la cama. “Ven”, dijo. Y tú hiciste lo mismo y te reuniste con ella, y ella te rodeó con sus brazos. Pronto descendiste a besar su vientre, sus muslos, su sexo. Entraste después en ella. Te abrazó con frenesí, con tierno y furioso frenesí, y respondió con soltura a tus embates. Después, al término del gozo, ambos se quedaron muy juntos, como adormecidos.

Edgardo Rivera Martínez, País de Jauja

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