sábado, 24 de julio de 2010

Fútbol (6): ¿Escribir sobre fútbol?

(Edición especial Nº 320 del 03 de julio de 2010)


¿Escribir sobre fútbol?

Javier Garvich

En el principio la literatura detestaba el fútbol. Rudyard Kipling hablaba de los futbolistas con el mismo odio con que Abraham Valdelomar juzgaba sobre cine. En la envarada cultura de la primera mitad del siglo XX escribir sobre deportes y ocio parecía una herejía anticultural. El escritor futbolero era mirado como un excéntrico que ocultaba su mediocridad jactándose de gustos populares. La reivindicación vino de Albert Camus, quien era suicidamente sincero, al confesar que todo lo que sabía de la moral humana lo aprendió del fútbol.
Fue en América Latina donde creció paulatinamente el fervor de los escritores por el fútbol. Desde los tiempos de nuestro Parra del Riego (el “Polirritmo dinámico a Gradín” debiera estar en todos los textos escolares) hasta la prosa rebelde de Eduardo Galeano (el fútbol como un capítulo más de su historia alternativa del continente). Rioplatenses como Oswaldo Soriano o Ernesto Sábato fueron futboleros furibundos. Mario Benedetti (“Montevideanos”) fue pionero en situar al fútbol como un referente de la cultura popular y la vida cotidiana de la ciudad.
Desgraciadamente hoy todo es distinto. Lo que era antes celebración del ocio creativo de las masas ahora se ha convertido en una subliteratura efectista que se regodea en un espectáculo podrido de famoseo y prensa rosa. Antes daba vergüenza escribir de fútbol porque te tildaban de “inculto”, hoy estás casi obligado a hacerlo para que no te llamen “quedado”. Y escriben de fútbol pitucos inútiles e hijitos de papá que nunca han conocido la tribuna sur de un estadio, arribistas que se disfrazan de escritores, escritores que se rinden ante el mercado.
Juan José Sebreli, el polémico sociólogo argentino, resulta atrozmente sincero cuando habla de agresividad intrínseca del fútbol, del “dribbling” no como un ejemplo de creatividad popular sino como un matiz de la personalidad instrumentalizadora, de la finta y el engaño, no como una estrategia heroica del pobre, sino como elementos de una ética espuria que lleva al autoritarismo y a la venalidad; donde Maradona es un perfecto símbolo de la degradación cultural del continente. El Maracanazo, Berlín 36’ y la Mano de Dios son nuestra versión regional del Romanticismo.
¿Cómo responder a eso? Quizá sólo desde experiencias auténticas más allá de los grandes discursos. Como el caso del narrador inglés Nick Hornby, quien confesó su enfermiza afición al Arsenal como la elemental vía de escape de un niño destrozado por el brutal divorcio de sus padres…

MÁS DATOS
Javier Garvich (Lima, 1965) es escritor y ensayista. Sociólogo de profesión, ha sido docente de periodismo en la Escuela Superior Jaime Bausate y Mesa y director de la revista “Quipu”. Es colaborador del diario “Expreso” y editor de la “Revista Peruana de Literatura”.

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