domingo, 12 de febrero de 2012
Arguedas, padre de la inclusión social
Mikeas Raymundo Meza
La sociedad peruana realiza esfuerzos de rescatar las ideas de la existencia de una sociedad olvidada en el tiempo, sociedad que el “Amauta” Arguedas vivió de mil y una maneras. Indudablemente, él es el padre de la inclusión social, pues por sus obras relatan y expresan las entrañables ideas de ésta.
Arguedas nació en 1911 en Andahuaylas. Su orfandad —su madre murió cuando tenía cerca de tres años— permitió que fuera criado por los sirvientes indígenas: “Voy a hacerles una curiosa confesión: yo soy hechura de mi madrastra […] (Ella) tenía el tradicional menosprecio e ignorancia de lo que era un indio y como a mí me tenía tanto desprecio y tanto rencor como a los indios, decidió que yo había de vivir con ellos […] Los indios vieron en mí como si fuera uno de ellos, con la diferencia de que por ser blanco acaso necesitaba más consuelo que ellos”. Este hecho lo transporta a una doble marginalidad: se aparta de su clase social (blanco dominante) y no consigue ingresar cabalmente al mundo indígena; queda así vencido para siempre. Hoy, se cree que con ayuda social se puede paliar 600 años de exclusión. Arguedas premonitoriamente expresa la existencia de la sociedad marginada, y la necesidad de la inclusión social.
En “Todas las sangres”, novela escrita en 1964, se abren una serie de caminos posibles del país: una modernización liderada por el capital extranjero y sus intermediarios. Ello implica un abandono de las tradiciones y la insignificancia de la idea de nación y de patria para el futuro del país, llamado entonces a perpetuarse en un estado casi colonial. La novela se inicia con una imprecación: el terrateniente Andrés Aragón de Peralta maldice a sus hijos Fermín y Bruno. Su corazón está destruido por su ingratitud, de manera que les desea lo peor. A Fermín le critica su codicia, y a Bruno su lujuria, en especial, por haber violado a Gertrudis quien está bajo su amparo. Ésta es la novela, tal vez, más ambiciosa de Arguedas. Aunque en ella se entrelacen muchas historias, parece que el tema de fondo es la reconstrucción de nuestra idiosincrasia, como consecuencia de una serie de procesos como la penetración del capitalismo, la crisis gamonal, el crecimiento de la población campesina y las migraciones de la sierra a la costa.
Con “El sueño del Pongo” encontramos a dos personajes: el Pongo y el hacendado abusivo. El tema principal es el restablecimiento de la justicia, la reparación del daño que se cometió contra un indefenso. Este cuento magistral está narrado en tercera persona y se presenta como la recreación escrita en español de una tradición oral quechua que Arguedas afirmó haber escuchado relatar, en Lima, a un comunero del Cusco. En opinión del escritor, el relato poseía valor social, literario, pero, sobre todo, lingüístico, como evidencia de la fuerza y flexibilidad con que el quechua había sabido apropiarse de vocablos castellanos. La transculturación es una máquina de guerra, que se alimenta de la diferencia cultural, cuya principal función es la reducción de la posibilidad de heterogeneidad.
En “El zorro de arriba y zorro de abajo” tenemos personajes míticos de leyendas indígenas —de arriba “hanan”, sierra, y de abajo “urin”, de la costa—. Arguedas los ingresa a la narración de dos formas: por “La interpolación de diálogos explícitos entre los dos, y la transformación de ciertos personajes que, sin dejar de ser personajes en el sentido tradicional del término, asumen la condición de zorros en determinadas escenas”. Así, se forma una estructura prismática con tres niveles distintos: uno novelesco que presenta la caótica realidad de Chimbote, una ciudad-puerto que en pocos años crece por la industria de harina de pescado; otro autobiográfico, donde expresa y critica el proceso de creación de la novela y lo remite de inmediato con implacable lucidez al conflicto existencial que desembocará en el suicidio; y un tercero, con el que actualiza un discurso mítico que ilumina la obsesión arguediana: la compleja heterogeneidad del Perú. “¿Qué está pasando en Chimbote?”. Precisamente porque no lo entendía sintió la necesidad de inventarlo; además, Arguedas llegó a sostener: “Ésa es la ciudad que menos entiendo y que más me entusiasma”. Quizás lo emocionaba la lucha por encontrar una respuesta a tanto sufrimiento colectivo: “No soporto vivir sin pelear, sin hacer algo para dar a los otros lo que uno aprendió a hacer, y hacer algo para debilitar a los perversos egoístas que han convertido a millones de cristianos en condicionados bueyes de trabajo”.
Con todo esto, Arguedas muestra la caída del hombre y de todo un pueblo. Es decir, descubre la lacerante exclusión, afirmando así las bases para luchar por la inclusión social.
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