domingo, 12 de febrero de 2012

COLUMNA: UN MUNDO PERFECTO

Rito diabólico

Jorge Jaime Valdez




Por esas cosas insólitas, llegó a Huancayo la celebrada película de Park Chan-Wook, espantosamente subtitulada “Rito diabólico”. Su nombre original es “Thirst” —“Sed” a secas—, pero incluso en las copias llegó como “Sed de sangre”. Esta cinta se proyectó porque los distribuidores, y los espectadores, creyeron que se trataba de un filme de terror más.
Sin embargo, “Rito diabólico” (Corea del Sur, 2009) es sumamente interesante. Es una historia de criaturas de la noche, pero no hermosas ni glamorosas como los pálidos chupasangre de “Crepúsculo”, sino seres más complejos, sufridos, llenos de culpa, lujuriosos y presos de un deseo que no pueden controlar. El protagonista es un sacerdote católico, interpretado por Song Kang-Ho, conocido por otra producción coreana que vimos hace años: “The host”, quien por una transfusión de sangre se convierte en vampiro. El proceso de su conversión es fascinante y un acierto de la película. Este personaje atormentado siente deseos por una mujer casada y maltratada por su marido, iniciándose entre ellos un romance prohibido, lleno de pasión y culpa. El erotismo está presente en todo el largometraje, los momentos de pasión están muy bien filmados.
En algunos casos, Chan-Wook se excede en un barroquismo visual que cansa a algunos y dilata demasiado en la segunda hora de proyección, tornándose denso y reiterativo. Esta cinta nos muestra vampiros más “humanos”, no como sus congéneres “hollywoodenses” que gracias a estrategias “marqueteras” hacen suspirar a los adolescentes del mundo con seres que en lugar de dar miedo, dan risa, porque todo el tiempo están posando para las cámaras como si se tratara de un desfile de modas. En toda la historia del cine, nunca vimos vampiros más glamorosos y más angelicales, impecables, siempre bien maquillados, que toman sangre en vasitos descartables y con cañita, como si se tratara de la “cajita feliz” de Mc Donalds. Esto explica que cuando se ve una película como esta (“Rito diabólico”), la sala se llena de risas nerviosas, de comentarios desatinados, y si es que los espectadores llegan hasta el final, terminan muy decepcionados. La mayoría se retira a media función por ausencia de “acción” o falta de comprensión de la trama.
¿Por qué sucede esto? La respuesta es sencilla: el hegemónico cine de Hollywood es el único que consumimos desde la infancia, así nos acostumbra a lo más comercial, esquemático, sin ideas, con un lenguaje y argumentos trillados que se repiten incansablemente. Cualquier cinematografía que se salga de este molde confunde al público embrutecido por la televisión y el cine de fórmula. Si no es “Al fondo hay sitio”, una telenovela mexicana, una miniserie, un “talk show” o un “reality”, difícilmente podrá ser leído y entendido por el asistente a las salas comerciales.
Esta situación es alarmante pues ¿qué se puede esperar de un país que no conoce su historia reciente, con altos índices de analfabetismo funcional y que siempre comete los mismos errores? Si el peruano promedio no entiende lo que lee, difícilmente podrá comprender otro lenguaje como el audiovisual, que maneja códigos distintos y que deben ser aprendidos e interiorizados previamente.
Sólo queda recomendar esta película extraña, sórdida, compleja, pero estilísticamente notable. Además, cuenta con un final de antología que, obviamente, no revelaremos. Véanla y descubran lo diferente y diverso que puede ser el cine de otras partes del mundo alejadas del monopolio “yanqui”.

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