domingo, 12 de febrero de 2012

Los saqueos que habitan Machu Picchu




Machu Picchu no fue descubierto por Hiram Bingham; fue asaltado, más bien, despojado de la manera más infame con la anuencia de los poderosos del país. Pero esa no fue la primera depredación: desde mediados del siglo XIX este imponente santuario fue sistemáticamente saqueado por huaqueros y expedicionarios inescrupulosos. Esa es la médula de “El saqueo de Machu Picchu”, la reciente novela de Carlos Villanes Cairo, que ha desatado enorme polémica internacionalmente.

Sandro Bossio Suárez

Tras haber sido contratado para la construcción de una vía ferroviaria en el Cusco, el alemán Augusto Berns obtuvo en 1867 una licencia nacional para explorar y excavar zonas históricas. El trato fue degradante: el Estado le permitía extraer y vender en el extranjero todo cuanto material arqueológico encontrara en sus excavaciones, mientras que él se comprometía en entregar el 10% de sus utilidades al erario.
Fue así como este comerciante alemán se encontró con Machu Picchu casi medio siglo antes que Hiram Bingham y, con gran habilidad comercial, compró terrenos frente a la “montaña vieja” con el pretexto de tumbar árboles para abastecer de durmientes al ferrocarril, pero en realidad para expoliar la ciudadela durante tres años.
Después de la Guerra con Chile, Berns fundó la Compañía Anónima Explotadora de las Huacas del Inca, una empresa legal cuyo giro era extraer los bienes de este santuario más descaradamente. Todo esto, de nuevo, con la venia de los poderosos del Perú, incluido –se dice– don Ricardo Palma (que era director de la Biblioteca Nacional y asesor presidencial y, por ello, nombrado socio de la Compañía de Berns).
Es verdad que el alemán dejó un mapa en los archivos de la Biblioteca Nacional donde incluía la ubicación exacta del santuario.
Cuando, en 1911, Hiram Bingham “descubrió” de manera oficial la ciudadela, no sólo Berns, sino otros expedicionarios ya habían llegado a ella con anterioridad y, por supuesto, ya la habían despojado.
Esto fue lo que ocurrió en la realidad con Machu Picchu, la maravilla construida por el hombre andino en el siglo XV, que acaba de cumplir cien años de su develamiento. Homenajes, distinciones, historias que hinchan nuestros pechos, se sucedieron en su centenario. Sin embargo, una voz solitaria en forma de novela se levantó en medio de esa algarabía, y nos recordó que Machu Picchu, más que una presea, fue una víctima de sucesivos saqueos, primero por Berns, luego por los cusqueños Agustín Lizárraga y Melchor Arteaga y, finalmente, por Bingham.
El libro que contiene estas historias fascinantes se llama “El saqueo de Machu Picchu” y fue escrito por Carlos Villanes Cairo. La novela empieza en Hawái, donde un joven Bingham ha ido a visitar a su padre y contarle que pretende emprender una gran travesía rumbo a América del Sur, específicamente a los Andes del Perú, donde aspira encontrar la legendaria ciudad perdida de Vitcos, en Vilcabamba, merced al viejo mapa dejado por Augusto Berns. Algo ocurre en este primer momento: su tío Frank es asesinado y el criminal, que logra huir, viaja con el aventurero para, finalmente, robarle el mapa que lo llevará a la ciudad perdida. Luego descubrimos que el asesino es un descendiente directo del viejo Berns y trata de “recuperar” lo que cree que le corresponde. Es decir, dos extranjeros disputándose una ciudadela incaica que no les pertenece. Como podemos ver, estamos frente a una destellante novela de aventuras.
Entre tanto, lejos de los lances de Bingham, en el Valle del Urubamba, un viejo chamán (Simón) con dos jóvenes enamorados (Sebastián y Paloma), se enteran por boca de la bruja blanca Imicha que el santuario de los incas afrontará un destino ignominioso y degradante por causa de unos forasteros.
La novela va avanzando, y mientras Bingham llega al Perú y se contacta con guías zonales camino al mayor descubrimiento arqueológico de su historia, los personajes locales se van preparando para defender la ciudadela.
Histórica, vertiginosa, fascinante. Esas son tres de las muchas valías de esta novela. Argumentalmente se trata de una historia que, detrás de su pelaje de incidentes, nos presenta una valiente tesis: el descubrimiento de Machu Picchu no fue tal, sino, contrariamente, una violenta invasión a nuestra intimidad histórica. Esa usurpación, flanqueada de intereses y mentiras, es el poderoso material que habita en el núcleo del libro.
Estructuralmente, Villanes Cairo despliega dos historias en contrapunto que corren paralelas, una en pos de la otra, pero que apenas se conectan. El manejo técnico, en ese sentido, es sólido.
La novela, así trazada, indigna. El epílogo parece decirnos que los peruanos vivimos envueltos en una patraña permanente, que hace que todos ensalcemos y festejemos un latrocinio en lugar de impugnarlo y repudiarlo.
Quien lea la novela se encontrará con muchas más revelaciones y sorpresas, para plantearse, finalmente, la tarea de repensar nuestra historia oficial.

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