Millennium II: La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina
Stieg Larsson
Sumisa, se dejó hacer en cuanto Mimmi la tumbó boca arriba y le separó las piernas. Lisbeth la contempló en la penumbra cuando se quitó la camiseta; se quedó fascinada con la suavidad de las líneas de sus pechos. Luego Mimmi le vendó los ojos con la prenda. Lisbeth oyó la fricción de la ropa. Unos segundos más tarde sintió su lengua en su vientre y sus dedos por la cara interna de los muslos. Se encontraba más excitada de lo que había estado en mucho tiempo. Bajo la venda, cerró los ojos fuertemente y dejó que Mimmi impusiera el ritmo.
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