domingo, 12 de febrero de 2012

Flaco, alma de diamante

Roberto Loayza



El mayor letrista de la historia del rock en español falleció el último miércoles en horas de la tarde, tras una breve pero intensa lucha contra el cáncer de pulmón. Tal como llevó su vida, en estricto privado, su cuerpo fue cremado en el Cementerio Parque Memorial de Pilar.
Spinetta, quien a la corta edad de 19 años nos regaló el memorable disco debut de “Almendra”, el del triste payaso dibujado en la tapa, junto a Emilio del Guercio, Edelmiro Molinari y Rodolfo García, el mismo que compuso la mágica “Muchacha ojos de papel”, considerado el himno del rock argentino por excelencia, el paso inicial para una carrera densa pero memorable, una carrera poética, llena de influencias tan sorprendentes que pasan por Rimbaud, Van Gogh, Artaud, Freud, Nietzche, Fulcanelli o Castaneda.
“Pescado rabioso” fue su acercamiento más notorio al rock pesado, su pez con hidrofobia lleno de blues y tonadas brillantes como “Dulce 3 Nocturno”, mientras el mundo se asombraba con Penny Lane y Strawberry Fields Forever. A esto le siguió la que es, tal vez, su obra maestra “Artaud” (1973) y “Justo que pensaba en voz nena, caí muerto…”
Con “Invisible” sus exploraciones llegan a picos altísimos, como la inolvidable “Durazno sangrando” o la cósmica “El anillo del capitán Beto”, tres discos junto a Machi Rufino y Pomo que elevaron al flaco a la categoría de leyenda con tan solo 26 años a cuestas.
Su álbum más “jazzero” lo graba en 1977 bajo el título de “A 18’ del sol”, donde sale a la luz una de las más bellas canciones jamás escritas, “Canción para los días de la vida”: “…Y la espuma gira en torno a mi piel, me han puesto manos para hablarle a las cosas de mí”.
En los 80, su instinto le llevó a formar Spinetta Jade junto a Diego Rapoport, Beto Satragni y Juan del Barrio, con cuatro producciones que le deben mucho al jazz. Siempre con el toque místico del flaco, fue en esa época que su carrera de solista empezaría a tomar vuelo con discos hermosos como “Kamikaze” (1982), “Mondo di Cromo” (1983), su poca entendida colaboración con Páez en la doble “La, la, la” (1986), “Privé” (1986), “Téster de violencia” (1988), “Don Lucero” (1989) y “Pelusón Of Milk” (1991).
Una nueva banda surgiría el 97, Spinetta y los socios del desierto, junto a Daniel Wirtz y Marcelo Torres. Con ellos saldría el monumental doble homónimo, el pesado en vivo “San Cristóforo” y “Los ojos”.
Siguieron álbumes solistas llenos de luz, encanto y poesía como “Silver Sorgo” (2001), “Para los árboles” (2003), “Pan” (2006) y “Un mañana” (2008). Como testamento nos dejaría la ambiciosa colección en vivo titulada “Spinetta y las bandas eternas”, donde hacen su aparición cada uno de los grupos musicales que lo acompañaron durante su carrera, y los amigos de siempre como Charly, Fito, Cerati y más.
Catarina, Vera, Dante y Valentino, sus cuatro hijos, estuvieron con él en su momento final, pero eso sólo es un decir. Spinetta se hizo inmortal y como Gieco dijo en el velorio: “Se va a compensar esta tristeza con la magnitud de la obra de Luis, que ahora va a ser reconocida”. Hoy, el flaco se encuentra dentro de un cuerpo celeste y la canción llegó hasta el sol.

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