domingo, 12 de febrero de 2012

De allcos y Wallallos




Un error muy difundido en nuestro medio es la confusión de la deidad del perro con la de Wallallo Karhuancho. Al parecer la inexactitud se debe a que el logo de la Universidad Nacional del Centro (encontrada en forma de prendedor o «ticpe» por el folklorólogo Sergio Quijada Jara en Auquimarca), que representa la imagen deificada del perro, ha sido relacionada erróneamente con Wallallo Karhuancho. No es así. Wallallo Karhuancho es el nevado del Huaytapallana, al que el hombre huanca le rendía culto, impresionado por su imponente blancura. Era una especie de Naturaleza Divina.


Sandro Bossio Suárez

Como sabemos, la etnia huanca protegía a un cánido, llamado por los nativos «huanca allco» o «huanca allo». Para los antiguos habitantes de este estado, el perro era un tótem, es decir, un protector del hombre. Admiraban en él su fiereza y lealtad. Por ello no dudaban en comer su carne y beber su sangre. Tallaban su figura en pequeños trozos de piedra o madera, los famosos «cuchimilcos» (idolillos), y los colgaban en sus pechos a modo de medallones. Inca Garcilaso de la Vega, al respecto, dice: «En su pasado, antes de caer conquistados por el Inca, (los huancas) adoraban por dios la figura de un perro y así lo tenían en sus templos como ídolo, y comían sabrosísimamente la carne de perro por la cual se deleitaban. Sospechábase por eso, que adoraban al perro, por lo mucho que les agradaba su carne». Lo mismo opinan los cronistas Cieza de León y Guaman Poma de Ayala.
Gerald Taylor dice que por eso no es de extrañar la versión de un dios huanca como el “huallallo”, que «solía comer carne humana» y que al ser vencido por Pariacaca “huyó hasta los anti. Entonces Pariacaca le sentenció así: por haber comido a los hombres, ¡que coma ahora perros y que los huancas lo adoren!». Taylor señala también que «quizá la asociación de los huancas con los comedores de perros y observadores del culto del dios enemigo Huallallo Carhuincho los convirtió en el máximo símbolo del oprobio...».
El perro huanca era un lupoide de mediano tamaño y no carecía de pelo, como también erradamente se cree. En realidad, suele confundirse al perro huanca con el perro sin pelo de la costa, esencialmente de la cultura Chimú. Pero lo cierto es que el perro huanca tenía pelo debido al clima de nuestro valle. Es inimaginable que un animal sin pelaje pudiera sobrevivir al crudo invierno serrano.
Respecto del hábitat del «huanca allco», probablemente éste se extendía desde Warivilca hasta Huánuco. Sobre el origen de este cánido se establecen dos hipótesis: una suerte de teoría autoctonista, defiende el resultado final de una larga cadena evolutiva, iniciada en los Andes hace millones de años, cuyo primer eslabón fue el «cinodonte», un antepasado del perro que aún no perdía la arcada zigomática; la segunda hipótesis supone que la presencia del perro huanca se debe a la adaptación de los perros escandinavos que, milenios atrás, cruzaron el Estrecho de Behring y se esparcieron en las cordilleras de nuestro continente.
Esta raza canina, cuyo ciclo duró desde el año 300 a.C. hasta el año 1540 de nuestra era, está totalmente extinta. Su consunción empezó con la llegada de los españoles, que trajeron perros pastores y boyeros. Éstos empezaron a cruzarla, depredándola y dando origen al perro mestizo sin raza, que actualmente vemos por las calles.
El perro sin pelo del Perú es otro ejemplar canino que existió en nuestro territorio antes de la llegada de los conquistadores. Se desarrolló en el litoral norte peruano. Existen pruebas fehacientes que determinan la existencia ancestral del perro sin pelo en nuestro país: las representaciones de los ceramios de distintas culturas preincas, como Vicus, Mochica, Chancay, Chancay con influencia Tiahuanacoide, y principalmente Chimú. En muchos casos, este perro desplaza al puma, al halcón, a la serpiente, destacándose más en la cultura Chancay.
El aspecto de este perro es el de un cánido esbelto y elegante, que denota velocidad, fuerza y armonía, carente totalmente de pelaje. Otra particularidad es su dentadura, casi siempre incompleta. Psicológicamente, es un perro noble, afectuoso con sus amos y reservado con los extraños. Hasta hoy existen ejemplares puros, preservados por un estudioso italoperuano, Ermano Maniero Trovati, mediante estudios realizados en la costa norte. En 1983 la Federación Cinológica Internacional, con sede en Bélgica, reconoció la casta del perro sin pelo del Perú. Igualmente, este can está considerado dentro de la fauna peruana.
Existe también otra raza de perro peruano, que difiere de las anteriores: el perro guerrero de Sipán, cánido castaño, con pelo, al que se le confunde con el perro sin pelo peruano.

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